Las cicatrices de la crisis económica de la pandemia no han desaparecido; al contrario, nuevas heridas se han producido con la guerra de Ucrania. La inflación, el paro y la precarización del empleo están dejando huella en la economía de los hogares españoles. En 2023, con una previsible caída de la demanda de bienes y servicios por el conflicto bélico, es lógico esperar una bajada en el crecimiento del producto interior bruto (PIB) en todas las Comunidades Autónomas. A ello hay que añadir otros factores que repercutirán negativamente en el desarrollo económico, como son la crisis energética, el incremento de los tipos de interés o las tensiones internacionales. La titubeante recuperación iniciada hace algunos años ha venido seguida de factores de riesgo que han frustrado todas las expectativas. Nos aventuramos a afrontar un periodo de incertidumbre económica y social. 

La actual crisis económica afectará en mayor medida a las regiones más industrializadas, salvo Madrid, que se sitúa en punta de todos los índices económicos y ya ha dado el sorpasso a Cataluña. Sin embargo, si no se domina el proceso inflacionista, España perderá competitividad con otros países. Todos los estudios de organismos y empresas especializados avisan de la ralentización de nuestra economía.

Está claro que, ante la pérdida de valor adquisitivo de nuestra moneda, la máxima prioridad de las autoridades económicas debe ser el control de la inflación. Por el camino de una buena ortodoxia, se impone el endurecimiento de la política monetaria, lo que producirá efectos muy duros en la economía real. La subida de los tipos de interés afectará a un gran sector de consumidores y empresas endeudados con préstamos. La política desinflacionaria exigirá no aumentar en exceso los costes laborales, con el consiguiente perjuicio para las clases menos favorecidas. Por otra parte, los problemas presupuestarios han de llevar al Gobierno a enjugar el déficit, lo que supondrá reducir el gasto público si no se desea una subida de impuestos. Como puede observarse, un laberinto de alternativas difíciles de acometer y que no agradarán a casi nadie.

La solución de los problemas económicos no debe permitirnos soslayar otros que requieren igualmente una atención prioritaria. La amenaza de Putin con un holocausto nuclear tendrá efectos muy negativos. Tampoco debemos olvidar que la pandemia del covid-19 no está definitivamente superada. Debe continuarse con el incremento de tasas de vacunación y revacunación para hacer frente a las nuevas variantes a fin de que el problema se vaya minorando gradualmente. El cambio climático es otra cuestión que requiere atención y que va a necesitar soluciones drásticas. Ahora bien, no podemos subvertir bruscamente el orden establecido. Las fuentes de energía tradicionales deben ser sustituidas paulatinamente por fuentes alternativas. No puede producirse una disrupción porque resultaría contraproducente en el periodo tan crítico que estamos atravesando. La mitigación del cambio climático requiere limitar las emisiones y aumentar las inversiones dirigidas a acelerar la transición verde, pero ello ha de hacerse con medidas multilaterales e intergubernamentales. Sin una colaboración a escala mundial, es de necios intentar medidas aisladas. 

Por último, otra cuestión que no debemos pasar por alto es la situación crítica por la que atraviesa el modelo globalizador por las tensiones internacionales en un mundo en transición. Los intercambios de mercancías, servicios y capitales comenzaron a reducirse significativamente incluso antes de la pandemia. La guerra de Ucrania ha puesto de relieve que una excesiva interdependencia en la producción entre países no resulta positiva. Europa ha permitido que la actividad industrial se desplace a Asia. Ahora estamos pagando esa falta de previsión. Comprobamos que las tensiones comerciales y los aumentos de los costes de transacciones por las políticas proteccionistas que han comenzado a poner en práctica algunos gobiernos nos colocan en una difícil situación. Es tiempo de ser imaginativos en las soluciones. No podemos renunciar a la producción industrial o agrícola y necesitamos diversificar las fuentes de suministros. La desglobalización, dentro del proceso pendular de la economía, es una certeza en estos momentos. Toca, pues, aprender a buscar soluciones. 

* Catedrático de Derecho Mercantil de la Uex