El Periódico Extremadura

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Aracely R. Robustillo

Macondo en el retrovisor

Aracely R. Robustillo

Periodista

'Catfish', el nuevo gato por liebre

España es el país de Europa dónde más se utilizan aplicaciones para ligar. Según un estudio realizado por Google en el 2020, estamos en lo más alto del podio en nuestro continente, pero además, a nivel mundial, solo nos superan Estados Unidos, que ocupa el primer lugar, y Brasil, el segundo. Ahí queda eso.

Vaya por delante que soy una absoluta ignorante de estas plataformas 'mágicas', que se han convertido en los modernos Cupido de nuestro tiempo. Su aparición me pilló ya 'servida' en el apartado sentimental, y aunque conozco a gente que las utiliza en su día a día con un desparpajo refrescante; y a otros, que incluso 'comieron perdices' gracias a ellas, mi sentido común se resiste a pensar que sean la panacea en lo que a relaciones se refiere.

Y sin embargo, los números se empeñan en llevarme la contraria. Sólo hace falta escribir la palabra 'ligar' en cualquier buscador de Internet, para que aparezcan millones de ellas, con opciones para todos los gustos y colores. La realidad, por tanto, es que estos 'sitios' virtuales se han convertido de alguna manera en el 'santo y seña' de una gran mayoría de 'interacciones' de diversa índole entre los seres humanos en la actualidad.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) ya anunció allá por 2016 que la mitad de los 10 millones de solteros que en ese momento vivían en España, confiaban en la red para encontrar pareja, y vaticinó que la cifra aumentaría un 7% cada año. Si acertaron en sus cálculos, todo apunta a que prácticamente la mayoría de los que no tienen pareja en estos momentos, y otros tantos que sí la tienen, para que nos vamos a engañar, utilizan una o varias aplicaciones para buscar compañía. 

Personalmente, me parece un acto de fe gigantesco, exponerse en estas aplicaciones. No solo por la confianza ciega del personal a la hora de dejar la búsqueda de su 'media naranja' o incluso del 'rollo de una noche' en manos de un algoritmo, dejando al lado la química o la piel; pero me alucina más aún, el hecho de que algunos se crean a pies juntillas los atributos físicos y mentales de sus parejas virtuales, en estos tiempos de 'filtros' y 'Photoshop'.

Así vienen luego las sorpresas. Gente que no se parece ni en el blanco de los ojos a su foto de perfil, no digamos ya en los abdominales, en los kilos, la edad o el currículo. Y eso en el mejor de los casos, porque también hay quien se encuentra con su peor enemigo, que le quería vacilar por venganza, personas de diferente sexo al que esperaban o, peor aún, con viejos y detestados 'ex' que han utilizado toda la información que sabían de ellos para volver a encandilarles de nuevo. 

Este fenómeno, que en España se ha llamado de toda la vida que te den 'gato por liebre', en Estados Unidos se conoce como 'Catfish', tomando el nombre de un documental que se emitió por primera vez en 2010 y que tiene como protagonista a Nev Shulman, un joven que sufrió en su propias carnes el engaño de que una persona asuma la identidad o la imagen de otra en redes sociales, normalmente con fines románticos. 

Poco después, se convirtió en un exitoso programa de telerrealidad, con el propio Shulman como presentador, y con el objetivo de ayudar a aquellos que quieran saber si la persona con la que tienen una relación 'online' es real o está mintiendo sobre su identidad o su aspecto físico. En español, se emite como «Catfish: mentiras en la red».

Tiene ocho temporadas, aunque yo no lo he descubierto hasta ahora, y he de reconocer que engancha. Las historias que cuenta son una buena radiografía de una parte importante de la sociedad en la que vivimos, aunque me entristece el hecho de que no hayan aprovechado el éxito del formato para profundizar sobre los motivos que llevan a algunos a esconderse tras una 'careta'. 

Porque esa debería ser la moraleja de este historia: siempre ha habido Cyranos de Bergerac, porque nadie quiere acabar con el 'patito feo'. Es duro y cruel, pero sin cisne, no hay final feliz. Y es lo que esos millones de personas deberían de tener presente antes de 'poner toda la carne en el asador' en su búsqueda del amor: la superficialidad de las redes en las que mucho de lo que se cuelga, es falso o 'maquillado', en un contexto paradójicamente sin 'filtros'. 

*Periodista

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