El Periódico Extremadura

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Jero Díaz Galán

Lluvia fina

Jero Díaz Galán

El suicido mata

Hay que superar tabúes, prejuicios y concepciones erróneas como la del hecho de que alguien que amenaza con suicidarse nunca lo hará

El suicido mata. El Periódico

Desde que empecé a ejercer el periodismo, hace ya más de treinta años, siempre ha habido una consigna clara en las redacciones, la de no informar de los suicidios porque, según nos decían, estaba más que comprobado que hacerlo y dar detalles al respecto tenía un efecto mimético en otras personas con conductas o ideación suicida. 

No pienso saltarme para nada esta ley no escrita; sigo pensando que dar la noticia de un suicidio como un mero suceso no aporta ningún beneficio. Sin embargo, cada día tengo más claro que los medios de comunicación tenemos que empezar a hablar de forma rigurosa y responsable de este horror silencioso y silenciado que provoca que cada año alrededor de 800.000 personas en el mundo se quiten la vida y muchas más intenten hacerlo, según la Organización Mundial de la Salud.

Decía Albert Camus que «no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio». No lo sé, mis conocimientos en filosofía dan más bien para poco, pero sí he podido comprobar a lo largo de mi trayectoria periodística que de lo que no se habla, no existe.

Y existir existe y de qué manera. En España el suicidio constituye la primera causa de muerte no natural en la franja de edad entre los 15 y los 29 años, muy por encima incluso de los accidentes de tráfico, mientras que las cifras han aumentado en adolescentes un 30% en el primer año de pandemia, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Creo que ante esta realidad ha llegado el momento de olvidarse de Camus para despojar al suicido de cualquier connotación filosófica y moral y para empezar a hablar de él como lo que es, un problema de salud pública de primer orden.

Que el suicidio mata es una obviedad en la que casi siempre lo que se olvida es precisamente eso, lo obvio, que siega vidas que podrían y merecían ser vividas. Lo demás, no debería importar demasiado.

Cuando alguien se suicida todos tendemos a perdernos en lo accesorio; en buscar motivos que casi nunca somos capaces de ver como decisivos, mientras nos olvidamos de que lo único que en este caso conduce a la muerte es el sufrimiento, ese sufrimiento insoportable que todo lo anula y lo convierte en un pozo negro aún más insufrible y más insoportable, como una metastásis que nubla el pensamiento y ahoga la esperanza.

Quien haya vivido una depresión, aunque no sea grave, sabe perfectamente de lo que estoy hablando, de esos momentos terriblemente angustiosos en los que no se ve la salida y que, una vez superados, nos permiten conocer la terrible vulnerabiliad del ser humano pero también poder clamar a los cuatro vientos que con ayuda profesional y con el apoyo de los demás se puede salir del pozo y volver a vivir una vida que siempre merece ser vivida, pese a sus dificultades.

Estamos empezando a hablar de salud mental y también tenemos que hacerlo del suicidio. Ese es el primer paso para una sensibilización social que ayude a su prevención. 

Serán necesarias muchas campañas, como ha ocurrido por ejemplo con la violencia de género, para que gran parte de la sociedad se implique en su lucha y para que todos sepamos identificar señales de alarma que permitan actuar antes de que sea demasiado tarde. Aquí, el más vale prevenir que curar adquiere aún más valor porque nos enfrentamos a un final sin solución y sin ninguna cura posible. 

Hay que superar tabúes, prejuicios y concepciones erróneas como la del hecho de que alguien que amenaza con suicidarse nunca lo hará. Muchas veces una tentativa es un grito de socorro a la desesperada que no debe ni puede ser menospreciado ni minusvalorado. Se trata sobre todo de ayudar, de actuar y no de juzgar, porque aquí no hay héroes ni villanos; ni valientes ni egoístas, hay personas que están perdidas en medio del sufrimiento y necesitan otra alternativa a la muerte para salir de él.

Despojemos el suicido de matices y quédemonos solo con lo esencial, con lo obvio, con que mata para que no pueda seguir hacíendolo.  

Es urgente y necesario invertir muchísimo más en salud mental en España, así como en una estrategia nacional de prevención del suicidio. Además, es obligatorio contar con protocolos de actuación que permitan conocer como se debe actuar cuando tengamos la más mínima sospecha de que alguien lo está pasando tan mal como para plantearse la posibilidad de quitarse la vida, una vida que siempre merece ser vivida, sobre todo porque la muerte nunca puede ser una alternativa a nada.

*Periodista

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