A los jóvenes solo les interesa el botellón y la fiesta, no dar palo al agua y vivir de sus padres. Es un retrato robot que muchos adultos tienen en su cabeza sobre una generación que esta semana ha demostrado una cosa, que le preocupa su salud mental y que quiere más medios públicos para afrontarla.
Porque hay un dato demoledor, que la primera causa de muerte entre los jóvenes es el suicidio y, al igual que hay que actuar para evitar las muertes de mujeres por violencia de género, habría que poner también el foco en evitar las de esos jóvenes que no le encuentran sentido a seguir viviendo.
Es curioso hablar de la cultura del esfuerzo cuando, al acabar los estudios, incluso muchos universitarios y con másteres, posgrados, idiomas y toda la formación posible, se encuentran un mercado laboral con pocas opciones y, si las hay, contratos precarios que no dan para independizarse.
Por lo tanto, adiós también al derecho a la vivienda y lo de plantearse una hipoteca se quedó ya en la generación de sus padres. Al contrario de lo que muchos piensan, hay una mayoría de jóvenes que quiere vivir su propia vida, ganársela y forjar su proyecto, su familia, como sus ascendientes hicieron.
El futuro por tanto no se les presenta muy halagüeño, pero además, los jóvenes tienen una gran preocupación por la situación del planeta, por el medioambiente; son en general pacifistas y no se nos puede olvidar que están siendo testigos de una guerra en Europa y, hace dos años y sigue coleando, se enfrentaron a la mayor pandemia que han vivido, con un confinamiento incluido.
La convocatoria de huelga por la salud mental ha sido un éxito. En Extremadura, han participado casi la mitad de los estudiantes y, en los institutos, más del 85%. Hasta los políticos han destacado los niveles de participación. ¿Captarán el mensaje de los jóvenes?
Lo han dicho claramente, quieren más profesionales, al alcance de la mano, para guiarles, acompañarles, darles claves para afrontar su día a día o lo que les espera tras los estudios sin caer en una enfermedad irreversible.
Cada vez son más las personas públicas que dicen abiertamente que tienen problemas mentales o van a un psicólogo. Eso ayuda a superar el tabú y los jóvenes han dicho alto y claro que quieren hablar de salud mental y que quieren que se les escuche. Hagámoslo.
