Opinión | espejo convexo

Actualidad

La pluralidad y el respeto no son palabras huecas, ni siquiera están tan alejadas

Al comenzar a analizar la actualidad de esta semana es imposible no detenerse en China, fue precisamente en su inicio, el lunes, en una tertulia radiofónica donde comentaban las protestas promovidas por jóvenes en el país ante las restricciones y medidas contra la Covid. El debate derivó hacia reflexiones sobre la escasa eficacia de la vacuna china frente al virus y la fortaleza de las investigaciones científicas de países como Estados Unidos o Alemania, de las dudas que surgieron durante la pandemia si los regímenes totalitarios en caso de pandemia podrían responder mejor ante ello con las medidas restrictivas e incluso, un periodista, añadió algo así, aludiendo a su relación con ciudadanos de allí, que creía que algo comenzaba a cambiar porque hasta entonces estaban dispuestos a renunciar a la libertad a cambio de bienestar. 

Al sentir que no se estaba obteniendo el segundo, había empezado a despertarse un cierto malestar social. Sentí un escalofrío y casi de forma inconscienteretumbó en mí la pregunta de Fernando de los Ríos a Lenin sobre cuándo daría libertad a sus ciudadanos, a lo que le contestó «¿Libertad para qué?» Y De los Ríos contestó: Libertad para ser libres.

El martes en un acto organizado por la Delegación del Gobierno en Extremadura conmemorando nuestra Constitución de 1978, Miguel Murillo, dramaturgo y exdirector del Teatro López de Ayala en un brillante discurso realzaba la cultura como elemento esencial de la democracia y el germen de la libertad plena. Rompieron la censura y con emoción recordaba una anécdota sencilla que concluía de forma certera: habían sido capaces de convertir ese teatro destinado a unas cuantas élites en sencillamente de todos. 

Ese incunable al que pocos podían acceder y, por supuesto, la gran mayoría leer, ahora estaba ahí, en las manos de todos. La capacidad de poder hacerlo depende de la sociedad, en la formación, la destreza y la habilidad, y el derecho inalienable de poder elegirlo. La pluralidad y el respeto no son palabras huecas, ni siquiera están tan alejadas, en nuestro país casi no llegan a los 50 años. 

Miércoles, el odio que se traslada de manos de VOX al Congreso de los Diputados es insoportable, elogio el llamamiento de su Presidenta para no «herir y ofender» sino «defender».

Odio que también se traduce en demencial batalla cultural sobre a quién hay que leer, escuchar e incluso disfrutar de nuestro ocio. El señalamiento con el dedo.

Un checo, Premio Príncipe de Asturias y Expresidente de la República Checa, Václav Havel dijo que «estábamos obligados a luchar enérgicamente contra todos los eventuales gérmenes de odio colectivo». En un mundo donde promover el odio al contrario vende más que promover el afecto y el respeto por el contrario, se debe saber parar y pensar en que beneficia el odio al ser humano. A quién beneficia. 

En Europa, a sus puertas, una guerra, una guerra de un país que pretende invadir a otro. Una autocracia a una democracia. 

No son palabras altisonantes es la palpable realidad. 

Leer a Homero. Elegir poder hacerlo. Una democracia que me forme para ello. La alegría de compartirlo. La generosidad de debatirlo. El derecho pleno a no ser ni señalada ni odiada por ello. 

* Filóloga y diputada regional del PSOE 

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