Opinión | Lluvia fina

Pueblos envenenados

Sobre el conflicto generado en Salvatierra a cuenta del macrovertedero

Manifestación  en Salvatierra de los Barros, en contra de la instalación del vertedero.

Manifestación en Salvatierra de los Barros, en contra de la instalación del vertedero. / R. CANTERO

«Estamos mal, muy mal». «Nosotros antes no éramos así». Estas dos frases se las escuché en la radio a una vecina de Salvatierra de los Barros y ponen claramente de manifiesto el estado de ánimo de un pueblo que ya ni siquiera necesita que le instalen un macrovertedero equivalente a 170 campos de fútbol para permanecer durante años envenenado.

Quizás los jóvenes desconozcan y los mayores pueden haber olvidado que no hace tanto tiempo se proyectó una refinería por parte de un empresario privado, Alfonso Gallardo, también en Tierra de Barros, una de las zonas agrícolas más importantes de Extremadura.

Aquel proyecto, que recibió todas las bendiciones de la Junta y el apoyo decidido del PSOE, fue un particular cuento de la lechera de comienzos de siglo, pues algunos soñaron que esta petroquímica de tierra adentro serviría de una vez por todas para incrementar nuestro Producto Interior Bruto.

Todo aquello murió el 29 de marzo de 2012, cuando el Ministerio de Medio Ambiente anunció que rechazaba, después de siete años de dimes y diretes y de incontables manifestaciones ciudadanas a favor y, sobre todo, en contra, la Declaración de Impacto Ambiental (DIA).

Aunque la refinería murió cuando aún era un espejismo, dejó a un pueblo, Villafranca de los Barros, y a una comarca completamente dividida, enfrentada, algo que me consta que los habitantes de sus pueblos aún tienen muy presente.

Los vecinos de Salvatierra de los Barros se sienten engañados con el proyecto del macrovertedero, una realidad, no se si falsa o verdadera, pero que se palpa en la propia reacción del pueblo en la forma de tomar la calle nada más conocer en el DOE su solicitud de autorización.

Precisamente por ello, por ese sentimiento de engaño, nadie confía allí en que el proyecto esté muerto aunque haya sido archivado y desestimado, como desde la Junta de Extremadura no se cansan de repetir, pese a que ahora se ha conocido un nuevo recurso de alzada por parte de los promotores.

Mientras tanto y mientras el pueblo está «mal, muy mal», no concibo que desde una clase política responsable no se trabaje para otra cosa que sea la de devolver la paz social a una tranquila población que ahora ya es conocida en España, en ese afán por etiquetar todo que siempre tienen los alejados medios nacionales, como la cuna del jamón ibérico.

Por eso, al margen de la legítima lucha de un pueblo por sus intereses, tampoco entiendo ese desaforado intentar pescar en río revuelto que suele practicar la política del regate corto sin importarle enfrentar aún más a unos ciudadanos que seguirán compartiendo vecindad, aunque el enfrentamiento generado estos días pueda dejar esa cercanía herida para siempre.

También la mala política y no solo los vertederos dejan residuos que envenenan, que perduran tóxicos durante años y años en el aire que respiran unas personas que antes eran vecinos, amigos o familiares y que ahora quedarán marcados por el poderoso resentimiento que engendran actitudes que tienen que ver con el engaño, la traición o la falta de lealtad.

Dijo la poetisa estadounidense Maya Angelou que «la gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo les hiciste sentir» y tiene razón. Por eso, los habitantes de Salvatierra, y en especial sus representantes en la corporación municipal, siempre recordarán como se sintieron cuando se quebró la confianza entre ellos en el otoño de 2022.

No concibo que no se trabaje para otra cosa que sea la de devolver la paz social a una tranquila población

Si el vertedero está archivado al menos hasta que pasen las elecciones del próximo año, según sostienen los vecinos, es lógico preguntarse qué necesidad había de someter al pueblo a más tensión a escasos seis meses de los comicios. Creo que desde dentro no se ha sido consciente de ello y desde fuera se ha alentado precisamente para que esta lectura nunca se hiciera porque interesaba avivar el fuego y asegurarse el rédito electoral.

Parece que nadie es consciente de que practicar esa política del resentimiento, de procrear división e incluso odio, en ese «derrotar al enemigo del pueblo», es siempre perjudicial en el contexto que sea, pero especialmente dañina y asfixiante cuanto más pequeño sea el grupo social al que va dirigida.

Ahora Salvatierra de los Barros y sus poco más de 1.500 habitantes tienen un nuevo primer edil del PP, apoyado por cuatro concejales exsocialistas que decidieron dejar solo a su compañero Francisco José Saavedra, quien ha renunciado a la alcaldía y a su acta de concejal, una tormenta más sembrada por la crisis del macrovertedero que en nada contribuirá a que la tempestad amaine en esa lesionada paz social de un tranquilo pueblo que «está mal, muy mal» y que «antes no era así».

*Periodista

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