Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | Nuestro mundo es el mundo

¿Todos golpistas?

La reforma de la sedición y la lucha por el poder judicial llevan la crisis política a una situación límite

El jueves, cuando el Congreso aprobó la reforma del Código Penal tras que el Tribunal Constitucional (TC) no decidiera sobre el recurso del PP de medidas «cautelarísimas» que pedía prohibir la votación, se constató la gravedad de la ruptura total entre las dos Españas. No solo atrincheradas, sino incapaces de negociar nada y de hablar sin insultarse.

El PP y Vox afirmaron que el Gobierno estaba perpetrando un golpe de Estado. Y la respuesta del PSOE por boca de Felipe Sicilia -no del portavoz Patxi López- fue decir que la derecha ya intentó paralizar el Congreso con las armas -golpe de Tejero- y que ahora lo quería hacer con las togas. El tremendismo de Sicilia comparando un extraño recurso de amparo con un golpe militar es demencial. Pero afirmar que el Gobierno es golpista por no esperar una decisión que el propio TC había retrasado…

¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? Llevamos años con la dañina división en bloques. Tras la moción de censura, Sánchez ya fue calificado de «okupa de La Moncloa». Y últimamente la conjunción de dos conflictos muy divisivos ha envenenado todo.

Buscando desinflamar Cataluña -y es cierto que la de 2022 es muy distinta a la de 2017-, Sánchez pactó con ERC la supresión del delito de sedición y su sustitución por el de desórdenes públicos agravados. Y Feijóo, el nuevo líder del PP -presionado por la derecha judicial y mediática de Madrid-, contestó rompiendo el pacto para renovar el CGPJ que llevaba cuatro años de retraso. Feijóo tenía todo el derecho a oponerse radicalmente. Y a proclamar que anularía la medida. Pero es menos comprensible la no renovación del CGPJ, un deber constitucional que Pablo Casado no había cumplido porque -la sospecha está muy extendida- el PP no quiere perder su mayoría.

Y las cosas se enredaron aún más. Sánchez también pactó cambiar la malversación y bajar la pena cuando no hubiera lucro ni beneficios a terceros, sino uso indebido de partidas presupuestarias, lo que puede beneficiar a unos 20 independentistas que -más de 5 años después del referéndum- están pendientes de juicio. Es una medida impopular en la derecha -también mal vista en medios progresistas- y subió la indignación de la cúpula del PP que buscó sin éxito -García-Page y Lambán aparte- una rebelión de diputados del PSOE.

También creció el hartazgo en el Gobierno, e incluso en el PNV, porque el CGPJ no renovado se negaba repetidamente a elegir a los dos magistrados que le tocaban del TC, buscando así que el Gobierno tampoco pudiera nombrar a los dos magistrados que le corresponden para relevar a los elegidos por Rajoy hace nueve años y caducados desde el 13 de junio. Así que Sánchez decidió nombrar a sus dos magistrados y reformar la ley del CGPJ y del TC con dos añadidos a la reforma del Código Penal. Quería liquidar el bloqueo de dos órganos relevantes.

El procedimiento no es nada ortodoxo, pero el retraso permanente del Consejo del Poder Judicial y del Constitucional tampoco. Y así el Gobierno y la derecha han llegado a una situación límite y el PP -quizás para no poner la inviable moción de censura que Vox le exige- ha elevado el tiro pidiendo al Tribunal Constitucional, donde con cuatro magistrados caducados tiene mayoría, que impida la votación en el Congreso. O sea que se pedía al TC, con un presidente suyo y caducado, no que declarara inconstitucional la ley, sino que antes prohibiera que se votara. Pero el clima en el Constitucional es tenso y el alto tribunal tuvo que posponer al lunes su decisión. 

Y entonces el Congreso se enfangó en acusaciones de golpismo. Ahora ya no solo son golpistas los independentistas (que solo fueron condenados por sedición), sino también el presidente Sánchez y los ministros. Y los dirigentes del PP. ¿Puede ir bien España si todos sus políticos se acusan mutuamente de golpismo?

Triste espectáculo. El PP tiene culpa por el bloqueo continuo del CGPJ y del TC. Y el presidente nunca debió dejar que el choque de bloques fuera tan lejos. Crucemos los dedos y que el lunes -cuando el TC debe decidir- el conflicto no se envenene todavía más.

P.D. Perdón, este artículo no es fácil de entender. La única disculpa es que la crisis, además de aberrante, es kafkiana. 

*Presidente del comité editorial

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents