Opinión | La curiosa impertinente

Navidad a las puertas

Hoy empieza el invierno, aunque no hiela. Para compensar ha llovido como en el norte, el año no se despedirá como el más seco del siglo, los embalses han crecido de manera esperanzadora, en muchos lugares castigados por el calor cruel se da por terminada la sequía y nos disponemos a entrar en los festejos de las navidades aún sin habernos recuperado totalmente de los excesos del cercano puente.

"Unas fechas que, como en el cuento de Dickens, son de paz, conversión, triunfo del amor y fraternidad

Les confesaré que con los años, lejos de mi juventud en que me encantaba viajar en estas fechas, aprecio más las reuniones familiares, cuando el reencuentro es el protagonista y también la memoria de unos días en que estaban los que hoy faltan. Su pérdida, que supuso tanto dolor cuando se produjo, es hoy motivo de añoranza tranquila y feliz por su recuerdo sonriente, a pesar de la ausencia, con el convencimiento de que todos ellos sentían esta época como lo que es, la conmemoración del nacimiento del que los cristianos consideramos que es el hijo de Dios y Dios mismo y con el ejemplo de su alegría contagiosa por ese motivo, de celebración a la vez familiar y religiosa y de esfuerzo para que las reuniones estuvieran llenas de detalles, sin lujos ni ostentaciones, pero con cariño en los regalos, en la mesa y en la atención a los pequeños, esos nuevos y milagrosos protagonistas que se iban incorporando a nuestras vidas.

Muchas familias en esta España en crisis pero sin recesión, pasarán peor que otras estos días de luces, compras y atiborre, paradigma sumo del consumismo, que los comercios, bares, discotecas y hoteles necesitan para mejorar en lo que se pueda el año atroz que todos hemos pasado, con los precios disparados y los salarios estancados. 

Pero la vida siempre da un respiro para celebrar lo que es importante. Unas fechas que, como en el Cuento de Navidad de Dickens, son de paz, conversión, fraternidad y triunfo del amor. Que por cierto no tiene su origen en renos, elfos, don Nicolás, ni en esas iconografías nórdicas de algunos escaparates, sino en un humilde portal en Belén. La verdad es esa pese a la moda creciente de ocultarlo. 

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