Opinión | Zona Zero

¿Cuál es nuestra estrella?

He recogido el portal de Belén, pero me he prometido que su mensaje, el de Amor, esté presente todo el año

Belén Monumental y dioramas de Badajoz.

Belén Monumental y dioramas de Badajoz. / SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

Pasaron los magos, que vinieron siguiendo una estrella, y se acabó la Navidad. A lo largo de nuestra existencia también se cruzan astros, luminarias que nos muestran el camino y que, de alguna forma nos azuzan hacia nuestro destino. A veces es una idea que encontramos en los libros y periódicos. En otras ocasiones es una persona la que se convierte en nuestro faro, en nuestra guía, porque vemos en ella la bondad y la honradez que tanto escasean en este mundo. Otras veces, como en el caso de la guerra en Ucrania, es un acontecimiento el que nos mete un derechazo en el hígado y nos sumerge de lleno en la realidad más cruda, despertando nuestros deseos de cambiarla.

Esas luces que atraviesan nuestras vidas no deben ser meteoritos. Su fugacidad depende del interés que mostremos por ellas. Nuestra mirada tiene que estar atenta y nuestros sentidos en guardia para que nos conduzcan al verdadero destino vital. Ayer recogí con pena el portal de Belén y me di cuenta de que ese es nuestro mejor destino, la luz auténtica de unos padres dando amor a su hijo. Hay que buscar a Jesús de Nazareth, que, al margen de lecturas religiosas, fue un personaje histórico que dejó el mensaje más importante, el del Amor. Los magos le dejaron sus ofrendas y, además, le veneraron, se entregaron a él como debemos hacer nosotros. Introduje con gran emoción las figuras en su caja, pero me prometí que, aunque físicamente no estuvieran presentes en el comedor de casa, su mensaje estaría en cada día de este nuevo año, tan difícil, que se nos presenta a todos. Comienza un periodo de búsqueda, una oportunidad para mejorar. Seamos como el cuarto rey mago, Artabán, que aparece en los Evangelios Apócrifos. Llevaba al Niño Jesús varias joyas para adorarle. Se perdió en el camino y tuvo que despojarse de ellas poco a poco. Aunque no encontró físicamente a Cristo, al desprenderse de lo superfluo fue el mago que mejor lo conoció.

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