Opinión | Es decir

Gobernar con la oposición

Democracia es esto: que el Gobierno no tenga poder para decidir por sí solo sobre un determinado asunto, debido a discrepancias entre los propios del Gobierno, por ejemplo, y que la oposición, sin necesidad de que el Gobierno se lo pida o precisamente porque se lo pide, apoye esa decisión. Así que democracia, o una sencilla lección de democracia -modestia obliga-, es lo que exhibe hoy la política española a propósito de la reforma de la ley del solo sí es sí, menos conocida como Ley de garantía integral de la libertad sexual, denominación tan áspera como todo lo oficial.

Dado que hay unanimidad política en la necesidad y la urgencia de la reforma, el Partido Socialista no parece desconsiderar la posibilidad de que la ley se corrija gracias al Partido Popular, aunque eso suponga gobernar con la oposición, por así decirlo, que es decirlo mal, pero que sirve para enmerdar de manera políticamente correcta. En ese sentido, el diario El País sugería el domingo que esa posibilidad debía empezar a entenderse como probabilidad: “Sánchez ya no espera a Podemos”, titulaba la crónica de Carlos E. Cué, aplicando la llamada teoría de la anticipación, que es lo que hace el periodismo amigo -deológicamente afín, se entiende- con lo que el Gobierno cocina: anticiparlo para que el ciudadano vaya ensalivándolo. La crónica no especulaba, sino que interpretaba un hecho: la decisión socialista de registrar en el Congreso su propuesta de reforma sin contar con Podemos. Por su parte, la ministra María Jesús Montero ya había preparado a los comensales: “Tres meses de intento de consenso con nuestro socio de gobierno es tiempo suficiente para llegar a un acuerdo, y, como no ha sido posible, hay que dar entrada a otros grupos políticos que puedan tener otras ideas”. Por supuesto, de entre esos “otros grupos con otras ideas”, Ciudadanos no cuenta y PNV y PdeCATno son gratis. Y el principal partido satélite del Gobierno, ERC, orbita alrededor de Podemos y no va a desviar su trayectoria, como ha confirmado Gabriel Rufián: “Sería incoherente, bastante marciano, de hecho, intentar perfeccionar la ley sin los creadores o las creadoras de la ley, que es el Ministerio de Igualdad”.

¿No llegarán a acuerdo, entonces, Partido Socialista y Podemos? Esperanzas siempre hay, desde luego, aunque en España haya que abrigarlas (Ortega). Y las tiene el Partido Popular, que así podría abstenerse o incluso votar en contra, para aflojarse moralmente. Como las tienen las afectadas por la ley, aunque les dé lo mismo que se reforme con unos o con otros, mientras desaparezcan la rebaja de penas y los beneficios penitenciarios a los agresores. Incluso la ministra Irene Montero las tiene, desgañitada de repetir que el consentimiento no se toca y gritar que la reforma pretende “volver al Código Penal de La Manada”. O también los jueces, a quienes se les acusa de aplicar la ley en clave machista, sandez similar a decir que la interpretan en clave masculina…

El que no abriga ninguna esperanza es el presidente del Gobierno, si el argumento contra la reforma no es ya el acuerdo con el Partido Popular, sino el acuerdo con el Partido Popular ¡la víspera del 8 de marzo!, como sostiene la ministra Belarra: “Es incomprensible que el Partido Socialista se planteé la reforma de la ley con el Partido Popular la víspera del 8 de marzo”. Esa demagogia. ¿Esperanza de que no le acusen de haber gobernado con la oposición si ahora reforma la ley con el Partido Popular? Tampoco, porque ya gobierna con la oposición, es decir, porque a este no es no de Podemos a la propuesta del Partido Socialista para el sí es sí, por ejemplo, es a lo que se refería cuando dijo que no dormiría si pactaba con Podemos, año 2019. 

* El autor es funcionario

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