Opinión | A la intemperie

El berrinche, los forofos y la lluvia de ácido

¿Cómo distinguir la maldad de la estupidez?

El berrinche, los forofos y la lluvia de ácido.

El berrinche, los forofos y la lluvia de ácido. / KOTE RODRIGO

No seré yo el que descubra que hay gente para todo. Ya lo dijo el torero. También en política. Especialmente en política. Al final, detrás de casi todo, quedan las personas. Y ahí ya todo es cuestión talante. O de compás. O, si lo prefieren, de tono. El que les falta a los partidos (y a los forofos). Los partidos son covachuelas insalubres para el libre raciocinio. Y más cuando al frente no están los mejores. Tal es el caso.

Miren, lo de Ferrovial, salvo que tengas las meninges amarradas, es patético. Bochornoso. Ignominioso. Diga lo que diga el partido. Este o el otro. Agamenón o su porquero. Sánchez o Bolaños. Será, y aun siendo, habrá quien se empeñe en lo contrario. Es la cerrazón de la militancia. ¿Cómo distinguir la maldad de la estupidez? Una de dos, no soy capaz de encontrarle otra causa a semejante despropósito.

Que desde el Gobierno se mienta y se amenace a los empresarios no tiene perdón. Una, dos, tres cientos de veces. De palabra y por escrito. Y lo que no se sabe, que vista la muestra así será el paquete. ¿En manos de quiénes estamos?

No voy a entrar en las decisiones de los particulares. Al menos en las decisiones de cada uno de los particulares. Puede que me atreva a opinar que en España la tasa de natalidad es paupérrima. Puede que me atreva a decirlo, pero lo que no se me ocurre es criticar a la joven pareja del quinto por negarse a la fecundidad. Haga cada uno lo que tenga por conveniente mientras no salpique. Lo malo es que el gobierno salpica. A diario. Y no, no me gusta que nadie se vaya de España porque no encuentra aquí lo que encuentra fuera. No, no me gusta. Y hasta me atrevo a decirlo (en la esperanza de que algún día no tenga que decirlo). Pero vaya con Dios Ferrovial con sus decisiones (que presumo legales). Y hasta lo comprendo. Como comprendo al hijo de los del segundo que se marchó de prácticas a Australia y ya ha dicho que no vuelve. Aunque no me guste. Hagan pues con su libertad lo que tengan por conveniente (mientras puedan, que los hay que quieren que no puedan).

Que el Gobierno mienta y amenace a los empresarios no tiene perdón

En cambio, el Gobierno, en su despropósito, se merece unas letras. No, no esperamos del Gobierno de España que mienta y que amenace a los empresarios. No (aunque rabien los forofos de las ruedas de molino). No. Esperamos, al menos, respeto para los que cumplen con la ley. De este Gobierno no podemos esperar más. Triste es decirlo. De otro Gobierno, de un Gobierno responsable pudiéramos esperar que se preguntara por las causas del problema. El porqué los de dentro se van y los de fuera no vienen. Quizá eso fuera lo que deberíamos esperar todos (salvo los lobotomizados por la militancia) de un medio Gobierno en condiciones. De éste, el presente Gobierno, hace tiempo que no se puede esperar nada bueno. Es más, el Gobierno es parte del problema, sus actos, en particular en este caso, ahuyentan a los inversores. No es solo que sean unos pésimos administradores de lo de todos, que dilapiden los recursos públicos a manos llenas y cabeza perdida, sino que, además, para más inri, cual matoncillos de barra americana, amenazan a los presentes (y a los ausentes).

Pedro Sánchez, en su huida hacia adelante, se ha tomado lo de Ferrovial de mala manera. Ha pillado un berrinche y, de paso, se ha metido en un mal charco. Pero no parece importarle. Ni a él ni al panza de Bolaños. Ni al resto de la tropa que nos malgobierna. Rumia venganza, eso es seguro, porque a mal corazón, buena memoria. Y habrá, como en Venezuela, quienes griten: ¡Exprópiese! Quizá por eso, especialmente por eso, hay que seguir en la trinchera de la libertad, aunque nos llueva ácido.

*Abogado

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