Opinión | A la intemperie

Portillo de la lealtad

Lo de las listas del PP a la alcaldía de Badajoz tiene ventolera de sainete

Ignacio Gragera  y Francisco Piñero.

Ignacio Gragera y Francisco Piñero. / El Periódico

Al Portillo de la Traición, en Zamora, le cambiaron el nombre y ahora lo llaman Portillo de la Lealtad. Y se fumaron un puro. Que si era leonés, que si era castellano, en un periquete dejó Bellido Dolfos de ser villano… Zamora no es Badajoz, pero como si lo fuera. Al menos eso pienso yo, a sabiendas de que habrá quien tenga razones para opinar lo contrario. De hecho, veo en las redes que no faltan peperos con ganas de foto con Gragera. De entre los que viven de la política y hasta de los otros. Lo de las fotos, al principio, me dejó un tanto turulato. De guardarse las distancias a los arrumacos… Viva quien gana, que gritan los más.

Miren, lo de cambiar de opinión, y hasta de bando, tiene su mérito. Uno está expuesto a que le llamen traidor. Casi siempre, levanta sospechas. Y como no es fácil saber lo que pasa por la cabeza del mutante lo suyo es tirar de la presunción que dice: si cambias para arrimarte al sol que más calienta, malo (y al revés). Es lo que va de Ignacio Gragera a Francisco Piñero; Gragera abandona Ciudadanos cuando el barco naranja se hunde y Piñero vuelve a Ciudadanos a sabiendas de que se hunde. Tiene mérito. Piñero, por supuesto. Piñero me recuerda a Rhett Buttler; ya saben, Lo que el viento se llevó; ¿la escena del incendio de Atlanta?; él, él que se negó a combatir junto a los suyos cuando anunciaban la pronta victoria, ahora, cuando la derrota es inevitable, se une al ejército sudista... Cielos encendidos de Atlanta… Cambiar de opinión no siempre resulta sospechoso.

Es lo que va de Francisco Piñero a Ignacio Gragera

En Badajoz todos ríen. El primero y el segundo que iba para primero. A Cavacasillas, dicho sea de paso, le faltó entereza para plantarse cuando, ya encelado, por arte de birlibirloque, le birlaron la cartera. Los demás están encantados de tener la alcaldía a tiro, da igual que hasta hace unas horas militaran en otros partidos. Sin rubor en las mejillas. Foto va y foto viene. Los mismos que ayer criticaban a Fragoso y al mismo Celdrán ahora se muestran dichosos de su súbita fortuna. No sé quién será el responsable de semejante despropósito o si entre todos la mataron y ella sola se murió, pero lo de las listas del PP a la alcaldía de Badajoz tiene, desde el primer momento, ventolera de sainete. Al menos, visto desde fuera. María Guardiola va de charco en charco. Le tiene querencia al resbalón. Ha decidido que para tumbar a Vara se basta ella sola (y la camarilla) y le sobra Badajoz. En las listas a la Asamblea se ha merendado a los oriundos de la capital pacense. Mal empieza. Eso amén de ciertas venganzas sañudas, porque de lo de poner a Monago en el puesto undécimo, para que se coma las unas la noche electoral, no tiene otra explicación que el deseo de humillarle. Una barrabasada pareja a la de prescindir del único killer del partido en la Asamblea, Luis Alfonso Hernández Carrón.

En fin… el pueblo decidirá. Los habrá que cambien su voto y los que no. De todo habrá. La mayoría votará por inercia. Recuerden, en Zamora al Portillo de la Traición ahora lo llaman Portillo de la Lealtad y hasta le han puesto una calle a Bellido Dolfos. Gragera, flemático, ha escogido seguir siendo alcalde antes que volver a su despacho de abogado. Nada hay tan bonito como servir a tu gente siendo su alcalde. Era mucha la tentación. Ha escogido, ahora tendrá, para los restos, que convivir con las sombras de su decisión. Su caso no será sino uno más en la turbulenta ascensión de María Guardiola. Lo único que parece seguro es que Francisco Piñero no será alcalde de Cáceres. Ustedes sabrán qué cabe esperar de él. De Gragera, digo. Yo sigo llamando a los portillos por su nombre.

*Abogado

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