Opinión | Jueves sociales

¿Y ahora qué?

Ahora que ya sabemos que el cambio climático no es una matraca de tres melenudos, dos científicos locos, y cuatro ecologistas de tres al cuarto, la pregunta es qué vamos a hacer para solucionarlo, si es que tiene solución, que esa es otra. 

"El cambio climático ya no es tal cambio sino una realidad, y debemos actuar en un sentido u otro si queremos seguir viviendo en un planeta que no presenta opción B

Tampoco hacían falta demasiadas luces para darse cuenta de que muchos recursos tenían fecha de caducidad, sobre todo a la velocidad de consumo impuesta por una sociedad que va a toda prisa. No hemos querido verlo porque despertar no es fácil y mantener los ojos abiertos, mucho menos. Y porque los cambios han sido paulatinos, hasta que últimamente hemos sufrido en nuestras carnes los efectos de nuestra inconsciencia, y eso duele, claro. 

Sequías ha habido siempre, nos decimos, y lo de que el calor revienta todos los sistemas de medida lo hemos tratado de amortiguar afirmando que tenemos recuerdo de otros calores mucho peores que este, y que entonces no había registros. 

Pero el cambio climático ya no es tal cambio sino una realidad, y debemos actuar en un sentido u otro si queremos seguir viviendo en un planeta que no presenta opción B. 

Lluvias torrenciales cuando no eran esperadas, olas de calor inaguantables y un verano que ha empezado en abril y que no sabemos cuándo acabará, o los campos amarillentos, el ganado, con sed, y las plantas esperando el agua que no cae son solo la punta del iceberg que podemos ver en nuestro país. 

Todavía hay algún idiota, en el sentido etimológico del término, que está feliz con esta nueva estación que se ha comido a la primavera. El calor no me importa, dice, porque duermo con el aire acondicionado, y es mucho más agradable la ropa de esta época, las sandalias, los vestidos, los bañadores... que pasar frío y abrigarse hasta el cuello.

Todavía hay quien sigue creyendo que esto es cíclico, que nos asustamos de más porque nunca ha llovido a gusto de todos y que aún podemos esperar un poco para cambiar nuestro sistema de vida. Mientras, se mantienen los cultivos de regadío en zonas de secano, proliferan las piscinas como setas, los campos de golf de un verde insultante, el turismo que agota las reservas de agua de localidades no preparadas para la avalancha, los vertidos a los ríos, el mar como basurero, el aire acondicionado a temperaturas polares... pero no tenemos respuesta ni oficial ni personal a la gran pregunta de qué debemos hacer si aún estamos a tiempo. 

Cómo podemos cambiar nuestro modelo, cómo convencer a quien se felicita de este eterno verano de que es necesario el invierno, y sobre todo, cómo concienciarnos de que este sol, este calor, son el anticipo de un desierto en el que ni querremos ni podremos vivir nosotros, y que no deberíamos legar a nuestros hijos. 

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