Opinión | Tribuna abierta

Nos da igual que os maten

Para el conjunto de la sociedad, en general, no es trascendental la violencia machista

Violencia de género.

Violencia de género. / Miguel Lorenzo

Os hemos abandonado. Como sociedad, no nos importáis. Esa es la única realidad. Apenas logramos conmovernos con la idea de vuestros hijos huérfanos y vuestras madres rotas. Vuestras muertes no significan nada para nosotros. 

Tal vez, individualmente, a cada uno de nosotros por separado… puede que sí. Y, por supuesto, sí que les importáis a los profesionales que integran la red de protección a las víctimas: a vuestras trabajadoras sociales; a vuestras agentes de igualdad; a vuestros policías de protección; a vuestros psicólogos y psicólogas… Sois su trabajo. Pero, ¿para el conjunto de la sociedad? Lo siento: sois irrelevantes.

¿Eurovisión? Importa. Mucha gente hablaba esta semana de Blanca Paloma, de sus posibilidades, del formato del concurso, de por qué siempre los nórdicos son favoritos. ¿La medida estrella de Ayuso contra el cambio climático: poner una planta en cada balcón de Madrid? Importa, y mucho. Todos queremos saber los detalles, incluso aquí en Extremadura. ¿El fantasma de ETA en el Congreso, invocado por la ouija del PP? ¡Es crucial! No hay nada más importante en este país que alimentar la caldera de los odios ancestrales, sobre todo en campaña. La sequía, la eliminación del Madrid de la Champions, la enésima rueda de prensa de Nadal diciendo que no jugará este torneo… De todo eso se puede hablar en el ascensor, en un encuentro fortuito con un conocido, en la comida del domingo con tu cuñado, en el bar con la caña en la mano. Pero, ¿sobre vosotras? No, lo siento. A quién se le ocurre. No tenéis lugar en la agenda.

Y os hablo a vosotras, a la 16, la 17, la 18 y la 19, porque os tengo más a mano, porque vuestros cuerpos están aún calientes y tal vez andéis todavía por aquí, entre nosotros, contemplando cómo la vida sigue como si no os hubieran asesinado, a las cuatro, en una semana, vuestras parejas o exparejas. ¿Qué sentís cuando escucháis nuestro silencio? ¿Qué sentís cuando nos veis, idiotizados por los marcos informativos de los medios, por los relatos vendidos por los partidos en campaña, por el culto a la banalidad y a la estupidez y a la indolencia? ¿Duele? ¿Duele más que las puñaladas o los golpes o los disparos?

Por ejemplo, tú, Lourdes, que con 50 años, dos hijos, una de ellas adolescente, quedaste sentada en un banco con un tiro en la cabeza, a un metro de tu asesino que se suicidó segundos después, que ibas a trabajar o venías de la compra, ¿qué sientes al constatar que tu lucha diaria por construir una vida nueva y dejar atrás la pesadilla que viviste con él no ha significado nada para el mundo: que has perdido; que, al final, ha ganado él, y que a la sociedad en la que vivías le da igual?

Y tú, Arantxa, la 17, 31 años, asesinada a cuchilladas en tu casa por el tipo al que querías dejar, que huyó, pero, antes, cerró la puerta con llave para que los vecinos no pudieran ayudarte, que te desangraste apretándote fuerte el vientre donde gestabas a tu primer hijo, ¿te imaginabas este silencio, esta indiferencia?

Y tú, María, la 16 del 2023, la que más de un medio ha tenido la ocurrencia de clasificar también como la 1200 desde 2003, como si fuerais followers en el Twitter de la muerte; que tenías 40 años y llevabas meses intentando separarte de tu marido y que, el 12 de mayo, hace poco más de una semana, te llevaste un número indeterminado de cuchilladas precisamente delante de tu hijo de trece añitos. El niño echó a correr para pedir ayuda y tu asesino se encerró en casa contigo, y la policía tuvo que tirar la puerta abajo para entrar. En ese tiempo, te desangraste allí a su lado, sabiendo que, al final, perdiste, que te ganó él. ¿Qué sientes ahora, al saber que a nadie, salvo a tus amigos y familiares le importa un comino tu muerte? 

¿Qué sentís cuando nos veis, idiotizados por los marcos informativos de los medios, por los relatos vendidos por los partidos en campaña, por el culto a la banalidad y a la estupidez?

Y tú, Paula, la 19, 28 años, tres niños, uno de ellos con tu asesino, la cuarta asesinada en siete días: mismo modus operandi. Tu pareja se encierra contigo en el piso y te apuñala y después atranca la puerta para asegurarse de que, cuando lleguen, cuando tiren la puerta abajo, estés muerta. ¿Qué le dirías mientras aún te quedaba aliento, mientras la sangre manaba a borbotones de tus heridas? ¿Le pedirías que cuidara de tus hijos, que no les hiciera daño, se lo rogarías: por favor, te lo suplico, a ellos no, criaturas, no tienen culpa de nada? Y, ahora, qué piensas de nosotros, que aquí estamos: pendientes de las cuatro imbecilidades que los medios extraerán de los mítines del día y que convertiremos en argumentarios para reconfirmar nuestros sesgos ideológicos; que volveremos a quejarnos en la caja del Mercadona de que por lo mismito que ahora me gasto en tres bolsas, antes me llevaba un carro; que vamos poco a poco interiorizando el discurso de la extrema derecha y asumiendo que, tal vez, tengamos que renunciar al término feminismo en pos de la paz social porque, total, si la palabra ha cogido mala fama… pues la cambiamos y ya está, o la callamos y ya está.

Hoy pienso en vosotras y deseo más que nunca que no haya nada después de la muerte para que no podáis comprobar con vuestros propios ojos lo poco que nos importa la vuestra; la absoluta falta de moralidad que hilvana nuestras rutinas. 

Sin embargo, esta carencia de fe en el más allá no salvará a vuestros huérfanos, 21 en lo que va de año, de crecer en este mundo sabiendo que sus madres murieron en medio del silencio más atronador, humillante e incomprensible jamás infligido a una víctima.

*Escritor

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