Opinión | Tribuna abierta

Romper las cadenas

El perdón es una manera de mirar al futuro. Pero perdonar no es olvidar

Es necesario romper las cadenas de la ignorancia para crecer como sociedad libre, y no hay mayor ignorancia que el olvido. Y si el olvido afecta a cientos de miles de fusilados (imposible saber el número exacto) durante la guerra civil –y la posterior dictadura franquista– y enterrados en cunetas y descampados entonces la ignorancia adquiere dimensiones dramáticas por la crueldad intrínseca que conlleva. Si las fuerzas y cuerpos de seguridad de Estado se emplean a fondo, como es su responsabilidad y mandato, para encontrar a cualquier desaparecido, porque somos un estado democrático, humano y justo, por qué buscar a centenares de miles de desaparecidos durante la dictadura causa tanta controversia en determinados posicionamientos ideológicos. ¿No será que quienes están en contra de esa búsqueda, en su fuero interno, justifican la guerra civil y la brutal dictadura posterior? ¿No será que muchos de ellos comparten, además, ADN con quienes participaron en esos crímenes de lesa humanidad? 

En España hubo una transición necesaria hacia la democracia. Se perdonó a los genocidas. El perdón es una manera de mirar al futuro. Pero perdonar no es olvidar, porque una sociedad que olvida no avanza, no aprende y puede caer de nuevo en los mismos errores fatales. Olvidar a quien fue fusilado es indigno y si ese olvido se extiende a los familiares de las víctimas, que llevan buscando a sus seres queridos toda una vida, entonces la perversidad se hace presente con dolorosa intensidad. Para curar heridas tan profundas hay que reconocer primero el daño causado a las víctimas y, después, repararlo hasta donde se pueda; solo entonces habremos completado definitivamente la transición democrática.

En Alemania todos los partidos constitucionalistas, independientemente del color político que ostenten, están en contra del nazismo y condenan, sin fisuras, al dictador Hitler y a quien lo ensalza y hace apología de su figura y de sus crímenes. Sin embargo, en España hay partidos políticos que no condenan claramente el franquismo o directamente lo justifican y amparan, por añadidura, a organizaciones como la fundación franco que ensalza la figura del dictador y que estarían prohibidas en cualquier estado democrático consolidado.

Sacar de las fosas comunes a los fusilados es para un país democrático y de pleno derecho, simplemente, un acto de humanidad y de sentido común

Sacar de las fosas comunes a los fusilados es para un país democrático y de pleno derecho, simplemente, un acto de humanidad y de sentido común sobre el que no haría falta debatir. Cualquier familia quiere encontrar a sus hijos desaparecidos y el Estado debe proporcionarles los medios. Que esta obviedad sea objeto de debate bronco demuestra no solo la falta de compasión y de memoria de quien se opone, sino también de cuánto nos falta para ser una democracia plena. La sociedad no debería permitir que nadie ponga palos en las ruedas de la democracia censurando a quien lo haga, porque hay mecanismos para oponerse a que la memoria caiga en el olvido, para oponerse a los que se oponen a un acto humanitario tan básico y tan necesario para plantarle cara al futuro con las heridas cerradas.

Todos sabemos hasta donde es capaz de llegar la manipulación ideológica y mediática y los poderes fácticos a los que se pliegan, como si fuera un virus que infecta la capacidad de discernimiento de la sociedad; pero también sabemos que, al final, todos los virus encuentran su vacuna, y el antídoto para evitar la manipulación y la mentira pasa por la protección de la libertad de expresión ligada a la verdad rigurosa, porque mentir es un ataque a dicha libertad y vulnera el mismo espíritu de la Constitución. Un papel importante para sanar esta enfermedad pasa por la educación pública, que es un espacio libre donde el alumno puede aprender a distinguir la manipulación informativa de algunos medios mediatizados hasta límites insanos.

*Maestro de Primaria

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