Opinión | Espectráculo

Reflexiones

Me parece que las campañas electorales, con los ingentes gastos que conllevan, y los debates, están sobrevalorados

Hoy es la jornada de reflexión previa al paso por las urnas autonómicas y locales. La mayoría, creo, poco tiene que reflexionar y tiene decidido su voto hace tiempo. Me parece que las campañas electorales, con los ingentes gastos que conllevan, y los debates, están sobrevalorados, y que la mayoría de las veces la gente se guía por lo que ha visto en los cuatro años precedentes. Estas dos semanas de campaña, además, han sido bastante desalentadoras, dominadas al principio por la cuestión de los candidatos de Bildu, que echó un buen cable a la derecha, como se lo solía echar ETA cuando existía.  

En Extremadura, salvo sorpresa, la partida estará más disputada a nivel local, sobre todo en las capitales de provincia, que regional. Aún muchos no entienden que, en lugar de optar por Fernando Pizarro, que venía avalado por tres victorias electorales en Plasencia, Feijóo, que solo le sacaba una victoria más en Galicia, prefiriese apoyar a María Guardiola, una concejala del Ayuntamiento de Cáceres que, hasta hace poco, tenía unos veinte seguidores en Twitter. Y de hecho, si uno pone su nombre en Google, lo que le aparecerá en la inmensa mayoría de resultados serán las fotos de una atractiva joven posando en bikini: la hija de Pep Guardiola, modelo e influencer. “Con ese apellido, tendrá mérito si gana”, me comentaba un amigo de Barcelona, riéndose. A cambio, Pizarro, aunque de origen humilde, lleva un apellido emblemático de esta “tierra de conquistadores”. Algunos dicen que Feijóo confía en que Guardiola, como Díaz Ayuso, dé la sorpresa y pase de desconocida a lideresa, pero la cacereña no cuenta, que se sepa, con un estratega tan hábil y maquiavélico como Miguel Ángel Rodríguez, ese Rasputín vallisoletano. Para mí la explicación es más simple y deprimente: para el PP, por más que duela a sus votantes extremeños, Extremadura es irrelevante (su líder hasta la confunde con Andalucía) y ello se demuestra en la escasa enjundia de sus candidatos; para corresponderle, de manera algo asimétrica, parece que, desde hace tiempo, para el PSOE, la Comunidad de Madrid está perdida de antemano.

En cuanto a las dos ciudades de la región, en Badajoz el favorito es Ignacio Gragera, tránsfuga de Ciudadanos (ya tiene delito que hasta él, que tiene el pelo naranja, abandone al partido naranja) que se presenta como cabeza de lista por el PP. Si la derecha lleva tanto tiempo en la capital pacense es, como en todos lados, también por torpezas de la izquierda: si el PSOE, que en 2019 fue claramente el partido más votado, hubiera aprovechado esa oportunidad histórica y aceptado el pacto turnista que proponía Ciudadanos, en estas elecciones partiría como favorito. Hay trenes que pasan solo una vez en la vida, y en 2019, con la derecha en horas bajas y dividida en tres partidos, el PSOE obtuvo un resultado que será muy difícil repetir. Ello no quita que la gestión municipal en Badajoz, aunque con un modelo basado en lo privado y un descuido enorme de lo público, haya sido eficiente y reconocida incluso por los no afines.

Muy distinta es la situación en Cáceres, donde el alcalde Luis Salaya no tiene claro si podrá continuar su proyecto de ciudad. En su propaganda electoral afirma que en estos cuatro años se ha pasado del “Cáceres se muere” al “Cáceres se mueve” y no le falta razón, como puede comprobar cualquiera que salga por la noche. Más importante es la caída del paro y una serie de proyectos, sobre todo el de ampliar la capacidad industrial de la ciudad, que valdría la pena intentar al menos. Enfrente, su rival del PP, Rafa Mateos, que fuera mano de derecha de Elena Nevado, no puede sino evocar el pasado y una derecha que, al contrario que la de Badajoz, basó todo en el ladrillismo y en una visión patrimonial de la ciudad.

*Escritor

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