Opinión | La curiosa impertinente

Culpas

Lo bueno de ahora es que hay tantos culpables que los culpados pueden sentirse consolados

Hubo una época en que la moda era echarle la culpa a Aznar tanto si se quemaba la paella como si se rompía la lavadora. Ese jefe arisco, gobernante serio y eficaz, al que era tradición achacar todos los males por antipático y mandón. Pero de eso hace ya muchísimo y las cosas han evolucionado, en mi conservadora opinión, no para bien. Ahora, Zapatero, culpable de tantos desatinos, rescatado para animar a sanchistas y convencer a socialistas reticentes, que debe de haber bastantes, ha ensayado de nuevo el invento, pero añadiendo a Ayuso, obsesión de la izquierda, esa diana a la que tirar dardos, cuando no se expone a picota pública la cabeza de su hermano, ante el pasmo de la gente decente y la comprensión incomprensible de la Junta Electoral.

Lo bueno de ahora es que hay tantos culpables que los culpados pueden sentirse consolados. Siguiendo el ejemplo de quienes culpan al otro de los errores propios, que tanto juego dio a las creadoras del sí es sí contra los jueces, el presidente culpó en su mitin de Badajoz a la derecha, así en general, de que el tren de Extremadura siga siendo el de la vergüenza con la añadida ídem del fiasco de su inauguración estival en plena temporada de incendios, de los que culpó a negacionistas y demás chusma. Ayer no más ha culpado a la derecha también de embarrar las elecciones, como si ella solita hubiera comprado los votos en Melilla y Mojácar y secuestrado a la concejal de Maracena.

Los culpables siempre son los otros pero esta escandalosa búsqueda de culpables ha culminado esta semana tan política en dos maldades que se escapan de la misma y suponen una penosa radiografía moral de nuestro tiempo. Uno es el pestilente hecho de que varios tertulianos y opinadores hayan cargado a Vinicius con la culpa de los insultos racistas de los que solo es una víctima. El segundo parecerá frívolo pero en absoluto lo es. En el divertido culebrón del vestido de boda de la simpática Tamara, ya hay quien la responsabiliza a ella del abandono de sus diseñadoras. Y todo por haber cogido peso. Que es que una novia gorda es muy culpable.

*Profesora

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