El Periódico Extremadura

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Alberto Hernández Lopo

Extremadura desde el foro

Alberto Hernández Lopo

Las olas

En realidad, esto no iba tanto de ganar como de tener la aritmética de tu lado

Han sido semanas envueltas en los clásicos «la política hace extraños compañeros de cama» o «debemos dejar gobernar a la lista más votada». Lo de siempre: preparación del terreno. Incluso a sabiendas de que una frase a destiempo te ata (Feijoó, como ejemplo) si posteriormente los resultados no casan con la demoscopia. 

En realidad, esto no iba tanto de ganar como de tener la aritmética de tu lado y el suficiente margen de acción y cintura negociadora para conseguir gobernar. Son nuestras reglas del juego, de sobra conocidas, así que las consecuencias podían preverse mucho antes de la campaña electoral. Ambos lados ideológicos han «sufrido» la aplicación de estas normas ya. Fingir la sorpresa del «qué bochorno, aquí se juega», sobra.

Los partidos mayoritarios confían en obtener la pole, una posición que les legitime para encabezar los procesos de investidura, aunque saben que sin la capacidad de un pacto que les permita mando en plaza es mera pirotecnia. El resto de partidos, se afanan en convertirse en la afanada «bisagra», en ser herramienta imprescindible que les permita marcar los pasos del futuro gobierno, al menos parcialmente, y arañar alguna posición institucional. Ese es su valor y se hace valer, a menudo, frente al partido líder de su bloque, aún si hay un botín menguante de escaños. Es lógico.

Por eso el cuestionamiento del sistema (y de sí mismo: es asombroso la capacidad de desdecirse de los candidatos una vez conocido el resultado) es una engañifa. Reconocemos el derecho al pataleo, pero el resto suena a excusas de mal perdedor.

Peor es cuando el día después se aleja de la normalidad democrática. En Extremadura, hay que reconocerles a Vara y Salaya que tiñeran sus mensajes del domingo de normalidad y continuidad institucional. Incluso más el futuro exregidor cacereño (Vara viró radicalmente sobre su postura inicial, que no parecía fruto del momento, convirtiendo -¿involuntariamente? -de paso a Extremadura en un campo de pruebas para los partidos a nivel nacional), con un toque más personal y hablando más de Cáceres y su futuro que de él mismo. Buena señal.

Caben seguro diferentes interpretaciones del domingo electoral. Que, me van a perdonar, pero a nivel agregado deja claros ganadores y perdedores. Hasta ahora, lo que estamos viendo son los juegos posteriores a una cita en las urnas que exige pactos y consensos. De ahí que las traducciones sean «personales» (léase, partidistas)

Parece evidente que ha habido un castigo a una determinada forma, no de hacer, sino de entender la política. El uso de la propaganda, del señalamiento y del otro como enemigo han tenido la corta vida que la lógica política sugería. Si votamos, lo hacemos buscando una mejor gestión, sabiendo que otros pueden entenderlo de otra manera.

Cuesta entender la reacción de una izquierda desorientada que no tiene reparos en hablar de «ola reaccionaria» o de «derecha extrema y extrema derecha

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El frentismo y el cuestionamiento de las instituciones puede servir de acicate temporal. Puede ser la consecuencia de una coyuntura, pero no es el objetivo de la mayoría ciudadana. Debemos reconocer que muchas veces premiamos el ruido por encima de la gestión, igual que reconocemos que no puede ser una solución a largo plazo. Una cosa es divertirse de vez en cuando con un lío en la arena política y otra olvidarnos que al final su misión es gestionar nuestros recursos.

Por eso cuesta entender la reacción de una izquierda desorientada que no tiene reparos en hablar de «ola reaccionaria» o de «derecha extrema y extrema derecha». La primera expresión, la «ola» es un eufemismo, más o menos disimulado y menos que más refinado, para calificar a los votantes. Es el «no saber votar» vargasiano. Un no se puede dejaros solos que suena a un paternalismo que, prueba en mano, se ha demostrado desfasado.

Sánchez colocando como ultras a todos a su derechada paso más en su táctica de polarización. Considera que esa práctica (estrategia le quedaría muy grande) le sirve para movilizar a los que no votaron. Parece demasiado optimista pensar que todos los que no lo hicieron le votarán a él. Como lo es asumir que las ciudades y pueblos donde un alcalde socialista ha mantenido un alto porcentaje de votos, él mismo volverá a ganar. 

No es así, sino la demostración de que se puede discernir la gestión de las siglas. El voto se ha mantenido en los feudos que no se han apartado de lo que tradicionalmente era el socialismo o en aquellos donde el poso personal mandaba. El resto, se lo llevarán las olas de julio.

*Abogado, experto en finanzas

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