No entendía yo muy bien aquello de que, para quitar la resaca de una buena borrachera, había que beberse un cubata bien cargado recién levantado por la mañana, al día siguiente. Afirmaban algunos entendidos, con asombrosa y absoluta contundencia, que era la mejor manera de solucionar esa malatía que se te hospedaba en el cuerpo el día después.
Y, efectivamente, los iluminados que esgrimían aquel argumento tenían toda la razón, pero no porque aquello fuera como el infalible bálsamo de Fierabrás, sino porque, si en plena resaca de una borrachera anterior, te apretabas un buen cubata bien cargado, al momento desaparecían los síntomas de resaca porque aparecían de nuevo, y con más intensidad aún, los de la nueva borrachera. No había lugar a preocuparse por los inconvenientes y consecuencias de los excesos de la primera cogorza porque estabas ya, sin apenas darte cuenta, inmerso profundamente en la segunda.
Y eso, creo yo, que es lo que pensaría Pedro Sánchez, Secretario General del PSOE y Presidente del Gobierno español, cuando supo y conoció los resultados de las elecciones del 28 de mayo. ¿Qué necesidad hay de sufrir quebraderos de cabeza explicando porcentajes y buscando culpables desde ahora hasta las elecciones del mes de diciembre? ¡De eso nada! ¡Fuera la resaca electoral! Pero, ¿cómo? Pues convocando nuevas elecciones de manera inmediata. Será como tomarse otro cubata para evitar la resaca. Mejor seguir borracho que resacoso.
Eso es una verdadera jugada de maestro. ¡Cómo me hubiera gustado estar en la habitación de la Moncloa donde se urdió tal jugada maestra, y haberla contemplado desde arriba, a vista de dron! Mientras la ciudadanía esperaba, impaciente, la comparecencia del Presidente, él, junto a otros dos estrategas de primera, preparaban una próxima e inesperada acción que dejaría desconcertados a propios y extraños.
La mejor manera de olvidar una derrota es preparar un nuevo ataque de manera inmediata. No importa la fecha de la contienda porque si hace mucho calor y el votante está de vacaciones juega mucho a nuestro favor la improvisación. No en vano quien prepara la estrategia de ataque es aquel a quien todo un Partido Socialista quiso dejarle en la estacada hace unos años. La gran maquinaria del Partido de la Rosa Roja, con sus pesos pesados, entonces, al frente, arropaban a una Susana Díaz que pensó que tenía fácil y expedito el camino para hacerse con el poder socialista.
Pero a Pedro sólo le hizo falta su Peugeot y ponerse en carretera y visitar todas las bases de las sedes socialistas del país entero para darle la vuelta a las primarias y derrocar a Susana y a todos los barones de pata negra que la apoyaban. Desde entonces no hay nadie de entre las filas socialistas que rechiste ni un ápice las decisiones del líder. De vez en cuando algún peso pesado histórico del partido se deja caer, en algún periódico o cadena de televisión, suaves críticas que nadie toma en serio. El propio Alfonso Guerra tiró la piedra, pero escondió la mano diciendo que, a lo mejor, el partido socialista no se presentaba con el candidato idóneo, pero ¡a ver quién le pone ese cascabel al gato!
Ahora, en Extremadura, Pedro es capaz de poner en un mar de dudas a Feijóo y a Guardiola a la hora de poder pactar con Vox, aunque él mismo haya pactado, durante su mandato, con el mismísimo diablo para conseguir absolutamente todo lo que se ha propuesto. No entiendo de política y no sé, al final, cómo le juzgarán los historiadores a Pedro como político, pero mi amigo Cristóbal, de Córdoba, dice que a él no le gustaría verle como protagonista de aquel cuento infantil de Pedro y el lobo porque, en el cuento, sabíamos de cierto que a la tercera mentira venía el lobo de verdad, pero con él nunca lo sabríamos, porque nunca acertaríamos cuándo y qué mentira sería la verdad.
*Ex director del IES Ágora de Cáceres