El trasluz

El hambre

El objetivo principal es el de saciar el hambre, incluso el hambre de conocimiento

Juan José Millás

Juan José Millás

Hay una carrera entre chinos y americanos por ver quién se hace primero con el agua de la Luna. Y no solo por el agua en sí, sino porque del preciado líquido se puede extraer hidrógeno y oxígeno, el primero para fabricar combustibles y el segundo para respirar. Así las cosas, el satélite nos recuerda a uno de esos huesos del cocido del que todavía intentamos obtener algo de sustancia cuando hemos dado cuenta del resto. En resumen, que nos hemos comido la Tierra y ahora hurgamos con el tenedor entre las sobras en busca de algo que llevarnos a la boca. La Luna forma parte de ese «algo». Ojalá haya suerte. De momento, han descubierto cristales de hielo en alguna de sus grietas. La cuestión es profundizar en ellas para averiguar si hay pozos debajo. 

De ser así, nuestro satélite podría ser la primera estación para colonizar Marte, que se encuentra a unos ocho meses de viaje (a la Luna se llega en cuatro días). Hay un problema: y es que, una vez alcanzado el planeta rojo, no queda otro remedio que permanecer en él un par de años, hasta que vuelva a alinearse con la Tierra para intentar el regreso. Sobrevivir dos años en Marte no debe de ser fácil, pero es otro de los huesos del cocido en el que todavía se aprecian restos de tuétano. Todos estos proyectos tan costosos, según nos cuentan, se llevan a cabo por intereses científicos, y no digo que no, pero el objetivo principal es el de saciar el hambre, incluso el hambre de conocimiento. Ahora bien, la historia de la humanidad es la historia del hambre a secas. Todo lo hemos hecho para comer. Dedicamos a la cultura las horas de digestión. 

Gracias a las horas de digestión, tenemos las pinturas de Altamira y la Divina Comedia y los sonetos de Petrarca, además de lo que le apetezca a usted añadir. La vida sería magnífica si dedicáramos las 24 horas del día a digerir. Pero para digerir hay que comer. De momento, hemos decidido desayunarnos la Luna y almorzarnos Marte. En ello están los chinos y los americanos. Ojalá que no tengan que devorarse entre ellos antes de meter esos dos astros en la olla. En fin.

*Escritor

Suscríbete para seguir leyendo