El Periódico Extremadura

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Rocío Sánchez

Rubiales: delante del espejo

Debe ser que hay un súper poder oculto en el órgano reproductor masculino que, si se aprieta, se activa

No es el gesto en sí, que también, sino todo lo que hay detrás. Porque... ¿alguien en la sala que no se haya agarrado la entrepierna alguna vez -en el contexto que sea- para expresar: olé ahí mis cojones por encima de todo? Eso fue exactamente lo que hizo Rubiales: estrujarse los testículos parar celebrar que camina por encima del mundo, que es un triunfador y que todo sale de ahí abajo. Debe ser que hay un súper poder oculto en el órgano reproductor masculino que, si se aprieta, se activa. No sé.

Lo único bueno de esa lamentable imagen (de toda situación siempre hay lecturas positivas) es que muchos hombres han podido comprobar lo ridículo que resulta tocarse los huevos para cualquier cosa. Da igual que estuviera la reina Letizia justo al lado o cualquier persona anónima (el respeto se lo merece todo el mundo por igual). Aparte del incuestionable mal gusto, Rubiales nos ha hecho un favor. Sí. Ha resumido con una simple acción en qué consiste el patriarcado. Y ahora es más fácil de entender.

Porque es justo de ahí de donde proviene ese súper poder. ¿Todavía hay dudas de en qué consiste el patriarcado? Dejo por aquí la definición de la RAE de este concepto: «Organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje». Llama la atención en la descripción el uso de la palabra ‘primitivo’, ¿verdad? Volvamos a la RAE para saber cómo la Real Academia Española de la Lengua explica este adjetivo. «Dicho de un individuo o de un pueblo: de civilización poco desarrollada».

Entonces el resumen es fácil: los hombres --por el simple hecho de nacer hombres, sin tener que demostrar absolutamente nada-- mandan, de manera que ellos deciden, manejan, ponen las normas (las que a ellos les parecen bien para no perder nunca poder) y se premian a su antojo; pero resulta que ese sistema es cavernícola. Tan neandertal como agarrarse los testículos.

¿Y es posible que sigamos atrapados en una sociedad tal que así? Tal cual.

Hemos avanzado, sí. Acciones como la de las jugadoras españolas, que han renunciado a la Selección hasta que Rubiales se quite de en medio para apoyar a su compañera Jenni Hermoso, son las que permiten que, de verdad, demos pasos adelante. De hecho, han desatado una revolución que ya no tiene vuelta atrás.

Otras, como los aplausos en la asamblea de la RFEF al jefe supremo por su negativa a dimitir por el beso impuesto (pues eso, por mis cojones) a Hermoso solo sirven para retroceder a ese origen primitivo. 

Lo primero se llama feminismo, y busca la igualdad entre hombres y mujeres. O lo que es lo mismo: como mínimo, que si el error lo comete él, la culpa no sea de ella.

Lo segundo se llama machismo. La traducción: taparse unos a otros, protegerse, para no perder privilegios. Y que siga la fiesta. La próxima ronda la pago yo.

Eso sí, ahora que han visto que el castillo de naipes se cae sí o sí, se suman al carro y cambian el discurso, no vaya a ser que la sombra de Rubiales sea alargada. 

Hay que ponerse delante del espejo y aprender de verdad. Yo también he tenido comportamientos machistas a lo largo de mi vida. ¡Cómo no! Nos los meten con calzador desde pequeños. A todos. Después cada cual elige qué camino quiere seguir en la vida y por qué. Ya saben aquello de que hasta los 30 años la culpa es del contexto (vale, de los demás); a partir de los 30 ya no valen las excusas.

Tan condenable es quien lo hace como quien lo permite. 

*Periodista

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