Ahora que Alberto Núñez Feijóo da por perdida la investidura (¿cuántas veces dijo: «Es mejor perder una investidura que...», o incluso «bien vale la pena perder una investidura antes que...», después de su reunión con Pedro Sánchez, reunión del nada, nunca, no?), hay que centrarse en la de Sánchez, que se teme sea conocida como la investidura del «encaje constitucional», dada la frecuencia con que repiten esa expresión (avisando, claro, mentalizando, despejando) quienes la negocian.
"Cuando se habla de «encaje constitucional», el nombre resorte es Puigdemont
Cuando se habla de «encaje constitucional», el nombre resorte es Puigdemont, inevitablemente, ya que Puigdemont es el problema y, así es la paradoja, también la solución. A propósito de la investidura, se entiende; es decir, Puigdemont es la solución para que España tenga gobierno sin tener que volver a elecciones, que fue lo que dijo y no dijo Borrell: «Hay que joderse que el Gobierno de España dependa de uno a quien España le importa un carajo». O, de modo más claro, Puigdemont es la solución para que Sánchez continúe siendo presidente del Gobierno sin el añadido «en funciones».
Sin embargo, para que Puigdemont sea indultado al mismo tiempo que es procesado por desobediencia, malversación, declaración de independencia (exprés, por cierto, declaración de independencia exprés, y reversible) y huida, o fuga, o deserción, lo que sea, no necesita de ningún encaje constitucional. El mismo argumento que se aplicó en los casos anteriores, de Oriol Junqueras a los Jordi, es válido para él: «Por razones de utilidad pública», BOE del 23 de junio 2021. O sea que por ahí, si esa es la dificultad para los siete síes de Junts al presidente Sánchez, ningún problema.
Y, aunque no por lo mismo, tampoco debería haber ningún problema con los siete votos de Esquerra y los seis de Bildu. Al fin y al cabo, Gabriel Rufián sigue en el Congreso con grupo propio gracias a Yolanda Díaz, que estuvo ayer con Puigdemont, precisamente, y, por su parte, Arnaldo Otegi ya ha dicho que no pedirá «nada raro», o «nada que no se pueda cumplir», ya que su prioridad es «parar a la extrema derecha». Ninguna investidura abandona nunca a los nacionalistas y no se entendería que esta fuera la excepción. Esta, precisamente. Nunca han tenido los partidos nacionalistas, ni es probable que vuelvan a tener nunca, el poder que les confiere esta investidura.
Aun así, no va a ser fácil para Sánchez si los vascos son como dicen ser: temosos, adjetivo que nada tiene que ver con «temer», no haya cuidado, sino con ser «tenaces y porfiados en sostener un propósito o una idea». ¿Es temoso Andoni Ortuzar, presidente del PNV? Si es así, el 31 de julio afirmó: «Pedro Sánchez necesita a los nacionalistas, y eso exige un acuerdo sobre el modelo territorial».
Y este viernes ha recordado que «Pedro Sánchez no ha ganado las elecciones», para añadir, respecto al modelo territorial, una necesidad: «La necesidad política de Euskadi y Cataluña para avanzar en nuestro autogobierno singular, para que se nos reconozca como naciones».
¿Se le habría de joder a Sánchez la investidura por referir el «encaje constitucional» únicamente a Cataluña? El portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, se quejaba hace un par de semanas de que los contactos con el rey para encargar la investidura iban demasiado deprisa, que era tanto como decir que su partido aún no había recibido ninguna oferta por parte de Sánchez (sí por parte de Feijóo, rechazada en el nombre de Vox) y que qué pasaba, que a ver si todo iba a ser amnistía, Waterloo y la hostia.
¿Se entiende ahora aquello de André Breton: «La belleza será convulsa o no será»?. Pues así la investidura.