El Periódico Extremadura

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Mercedes Barona

Con permiso de mi padre

Mercedes Barona

Periodista

Hablemos de sexo

Hace un par de generaciones hablar de sexualidad con los padres era tabú

No hay nada como un titular llamativo para captar su atención, así que ahora que me leen, háganse esta pregunta: ¿qué está pasando en nuestra sociedad para que se hayan disparado las agresiones sexuales entre jóvenes y menores? ¿Qué les lleva a agredir, grabar y compartir abusos como quien sube a las redes un baile o una receta de cocina?

Supongo que los expertos en comportamiento humano dirán que una de las maneras más efectivas de aprendizaje es la imitación: haz lo que yo hago y no lo que yo digo. Me cuesta creer que los adolescentes hayan aprendido esas conductas en casa; más bien (y sin entrar en otros aspectos como la permisividad de acceso a contenido sexual en las redes) es muy posible que estemos pecando de ingenuos al dejar la educación sexual de nuestros hijos en manos de terceros. Porque todo lo que no les contemos nosotros sobre el tema, lo aprenderán por otra vía, a veces menos bienintencionada, a veces incluso peor preparada.

Hace un par de generaciones hablar de sexualidad con los padres era tabú; se recurría a amigos, a revistas, a determinadas películas… Hoy las redes sociales, internet, son una puerta abierta a un mundo sórdido y peligroso que nuestros hijos no están preparados para conocer a ciertas edades. También se banalizan las relaciones en películas, series juveniles, en canciones (ay, las letras de las canciones…). Y al mismo tiempo hay padres que no informan a sus hijos, pero tampoco permiten que se les informe en la escuela. Léanme bien: informar. No hablo de adoctrinar ni de empujar en uno u otro sentido. Si ustedes no dan la información ni permiten que los expertos la den, les aseguro que llegarán a la misma por otros cauces, ya les he dicho, menos bienintencionados.

Pero no vamos a culpar a la pornografía (que no es un invento de hace un par de años) o a las redes de la situación actual. Quitar el alma humana, lo que todos tenemos de trascendente más allá de la materia, trae una peligrosa pérdida de valores y el desprecio destructivo de la moral, y el sexo se nos presenta como un elemento más de consumo, usar y tirar, como quien tiene hambre y come sin más, sin pensar en la factura que, en cuanto a sentimientos, dejamos (o nos dejan) pendiente.

No me acusen de monjil o puritana: entre adultos existen otras reglas y experiencias para las que nuestros menores no están preparados ni física ni mentalmente, y eso trae consigo unas consecuencias aún no calculables, pero que llegarán. Más aún con unas redes que jalean y aplauden.

Y no vale pensar «no, mi hijo nunca haría eso», porque siempre se trata del hijo de alguien que normalmente no podría sospechar a lo que se dedica su retoño. Así que, por el bien de todos, hablen con sus hijos, explíquenles que lo que tienen enfrente son también personas con sentimientos, necesidades y deseos, y que hay líneas que nunca se deben cruzar a ciertas edades, por más que haya enfermos que nos quieran pintar determinadas actividades como «derechos de la infancia». Son líneas que, por infranqueables, nos distinguen de los animales y nos mantienen a salvo como civilización.

@merbaronam

*Periodista

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