El Periódico Extremadura

El Periódico Extremadura

Mar Gómez Fornes

Una casa a las afueras

Mar Gómez Fornés

Vara en su languidez

Basta con que cada nación, o región, o partido o individuo actúe a tenor de sus propias ambiciones para ir a un destino incierto

Hablar en voz alta es una herida y escuchar estos días a los que se hacen llamar políticos es un ruido semejante al temblor. Me refiero en concreto al discurso incomprensible del que fue presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, que esta semana ha ido sembrando discordia por las redes creyendo quizá él mismo que esparcía perlas. Palabras digo, incomprensibles, turbias, inconcebibles, insólitas si se hace una primera lectura de ellas; pero en un segundo y más profundo recorrido de las mismas, se muestran diáfanas, fáciles, nítidas, transparentes y en sintonía con quien le ha otorgado el favor de un asiento aterciopelado en Madrid.

Decía sin sonrojarse Fernández Vara esta semana que es la hora de «salir al encuentro, con la Constitución siempre presente, y dialogar como base de la convivencia y de la paz». Debía estar Vara en un estado de terrible languidez y ausencia de inspiración para despacharnos esta consigna tan carente de madurez intelectual y verdades. Sí, porque en España si alguien ha boicoteado esa paz y convivencia de la que habla, son casualmente esos partidos a los que ahora reclaman la limosna del floreo, la plática o la conversación. Ahora quiere Vara llevarnos a los españoles a visitar oratorios y claustros donde ni siquiera ellos son bienvenidos.

Se dijo en el crepúsculo del siglo XX que lo que caracterizaría a la humanidad no sería precisamente una tendencia a agruparse dentro de conjuntos amplios, sino una propensión a la fragmentación y con ello a la violencia y la acritud. Una tendencia mundial que hasta ahora España iba esquivando --no sin algún que otro sobresalto-- hasta que el PSOE ha decidido meternos de lleno en lo que algunas mentalidades maliciosas dan en llamar los ‘Estados Desunidos’.

Las etiquetas #paz y #diálogo deberían caérsele de la boca a Guillermo Fernández Vara por cuanto esa operación pretendidamente pacífica con los separatistas solo tiene un nombre: DESMEMBRACIÓN. 

Su discurso maquillado de buenismo y otras tantas simplezas esconde un sinfín de argumentos que van encaminados justo en la dirección contraria; la falsa cimentación de vaguedades con las que han inoculado en nuestra sociedad factores peligrosos que fragmentan la convivencia. Y como si fuera una heroicidad se pone por encima el chubasquero de la Constitución, sólo faltaba, que en el caso de su partido es como esa palangana en la que Pilatos se lavó las manos después de… Ya sabe.

Usted no es más que una marioneta manejada al antojo de quien necesita un salvavidas y sin meditar sus palabras, sin dedicar un minuto a desmenuzar el significado de las mismas en el contexto en que han sido utilizadas, usted va y se lanza, se tira por la pendiente resbaladiza llevando el paragüitas de la Constitución; usted se expone sin red en la madre de todas las redes manoseando palabras como paz y diálogo, que en su boca se reducen a… qué sé yo, el esbozo de un mero champiñón. Usted, que se esfuerza en creer aquello que ni entiende, ni alcanza a vislumbrar sus consecuencias, usted, por el contrario, se ha puesto manos a la obra a minar y reventar la solidaridad; usted habla de paz como si hubiera guerra entre españoles. Es cuando menos ofensivo el uso y abuso de la misma. Otros como usted ya duermen en el desván de la Historia, sin honor. 

Sí, porque basta con que cada nación, o región, o partido o individuo actúe a tenor de sus propios intereses y de sus propias ambiciones para que nos veamos abocados a un destino incierto, lleno de agitaciones. 

Ya sabemos el derrotero histórico e histérico al que ha llegado la humanidad haciendo uso del sacrosanto egoísmo de ciertos individuos y de sus respectivas tribus, naciones, etnias y comunidades de todo tipo. Se trata de una evidente deriva hacia la irracionalidad, hacia algo así como un «pensamiento mágico» que según Amin Maalouf no presagia nada tranquilizador tan solo desconcierto.

*Periodista

Compartir el artículo

stats