Va a ser una legislatura convulsa. No creo que a nadie le quepa duda. El PSOE, o más bien Sánchez, porque da la sensación de que el partido se ha convertido en un órgano unipersonal, ha conseguido lo que quería, sumar partidos a su causa para volver a ser el presidente del Gobierno.
Sumar, que no aunar, porque ha quedado claro en lo que ha trascendido de sus negociaciones para formar Gobierno que cada partido ha peleado por lo suyo y ha puesto encima de la mesa sus exigencias, pero no van todos a una, como una unidad fuerte e indisoluble, sino como satélites en torno a un planeta que tendrá que hacer muchos movimientos para conservarlos a todos en los próximos años de legislatura.
El porvenir, o lo que está por venir, nadie lo sabe, pero no es arriesgado decir que Sánchez no lo va a tener fácil para mantener la estabilidad y que, cada vez que quiera sacar adelante algún proyecto, va a tener que bregar con unos y con otros, en un tira y afloja casi constante, que seguro va a tensar la cuerda. Lo que está por ver es si esta se va a mantener firme o se acabará por romper.
Es evidente que cada partido va a querer que Sánchez cumpla con sus compromisos, esos que ha intercambiado por apoyos y, en el peor de los casos, haciendo concesiones que han incendiado los ánimos de muchos. A nivel político, estos estarán ahora en la oposición, aunque también ha quedado claro que entre las propias filas socialistas hay descontentos con las promesas de su líder. A nivel social, si se hiciera una consulta sobre la ley de amnistía, como ha propuesto sin mayor trascendencia el presidente de la asociación valenciana de empresarios, me da que la mayor parte de la ciudadanía estaría en contra.
Habrá que ver si, ya investido presidente, los ánimos se calmarán, por resignación o, teniendo cerca el aniversario del 20N, alguno o algunos deciden dar otro golpe, parafraseando a Santiago Abascal por la vuelta de tuerca de Sánchez, y recurrir a medios poco ortodoxos, y por ende inconstitucionales, para cambiar lo votado en el Congreso.
Lo que está claro es que la puerta judicial ya se ha abierto. El mismo líder de Vox se ha querellado contra Sánchez por la amnistía y ha pedido al Tribunal Supremo la suspensión cautelar de la investidura de este 16 de noviembre.
Si otros se sumarán, no se puede prever. ¿Habrá sido todo una equivocación?