El presidente Pedro Sánchez se ha puesto al servicio de los nacionalismos catalanes (dos) y vascos (otros dos) para continuar al frente del Gobierno. Si se quiere, se ha humillado ante ellos, y única y exclusivamente para obtener los votos de la investidura. Una necesidad personal, dicen. Y a un precio que nunca se conocerá, salvo el que se conoce, que probablemente sea menos de la mitad. Pero se trata de una servidumbre parlamentaria, no hay que olvidarlo.
"El presidente Pedro Sánchez ha inaugurado algo más que la separación entre lo legal y lo ético
Esos veinticinco diputados nacionalistas han sido elegidos, han sido votados, por pocos o por muchos (en todo caso, por los suficientes), y, por tanto, tienen legitimidad democrática, gusten o no.
Así que las manifestaciones en contra de la investidura, puesto que son igualmente legítimas (dado el precio de la investidura, el que se conoce), harían bien en repetirse cada semana o incluso cada día, si sirven para descargar el malestar o para que el presidente del Gobierno sepa que su investidura ha inaugurado la separación entre lo legal y lo ético, por decirlo con circunspección y bostezo. Pero no ante las sedes socialistas, esas manifestaciones, pero no dirigidas o alentadas por políticos, directa o indirectamente, y no (otro pero) hasta el punto de perder de vista la legislatura, que será socialista solo por el Consejo de Ministros, incluida la parte alícuota de Sumar, o sea, Yolanda Díaz, que viajó a Bruselas antes que Santos Cerdán, aunque no se lo reconozca.
Pedro Sánchez ha inaugurado algo más que la separación entre lo legal y lo ético, aunque esa separación no es genuinamente suya, según Nassim Taleb, sino de Robert Rubin, exsecretario del Tesoro de los Estados Unidos, un ladrón importante que nunca violó ninguna ley.
Sánchez ha inaugurado también la diferencia entre gobernar y estar en el Gobierno, que en su caso es la diferencia entre ser presidente y estar en la presidencia.
Sánchez no quisiera estar en la presidencia, sino ser presidente, pero, una vez elegidos los socios que le han hecho presidente, cabe temer que deba conformarse únicamente con estar en la presidencia, atendiendo a quienes le han hecho presidente: por el lado de la autodeterminación, a Miriam Nogueras y a Metxe Aizpurua, delegadas de Carles Puigdemont y Arnaldo Otegi, respectivamente, y, por el lado de la financiación, a Aitor Esteban y a Gabriel Rufián, que solo esgrimirán «la realidad de la nación vasca» y «el referéndum de independencia» (cada cual lo que le corresponde) cuando Andoni Ortuzar y Oriol Junqueras necesiten más soberanía económica.
Pero, quién sabe, una legislatura nacionalista es también una novedad. Y si en sus respectivos pueblos (acepciones 3º y 5ª del DRAE, nadie se ofenda) lo han hecho bien, y deben de haberlo hecho bien cuando se les sigue votando, ¿a qué la preocupación? Tal vez la política española necesitaba un cisne negro.