Opinión | Editorial
El legado de Fernández Vara y la política que necesitamos
España necesita más voces como la del fallecido expresidente, capaces de hablar con quien piensa diferente sin convertirlo en enemigo

Alfreo Pérez Rubalcaba y Guillermo Fernández Vara en un Congreso del PSOE en 2012 en Cáceres / El Periódico
Extremadura está de luto por la muerte de Guillermo Fernández Vara. Con él se marcha todo un referente político, social y, sobre todo moral, para su amada comunidad extremeña, pero también para toda España. Porque su aportación en tantos años al servicio público se extiende al país entero. En tiempos de ruido, desconfianza y crispación, cuando el debate público parece haberse convertido en una sucesión de gritos y etiquetas, se vuelve más necesario que nunca reivindicar el valor de talantes como el suyo. Que no era un gesto impostado o simple cortesía formal: era su forma de ver la vida política. El que fuera presidente durante tres legislaturas distintas, obraba desde la serenidad, la empatía y el respeto al adversario. Todo eso y más, encarna Guillermo Fernández Vara, una figura que, más allá de sus cargos, representa una manera de estar en la vida pública que hoy escasea.
Vara ha demostrado a lo largo de su trayectoria que la firmeza no está reñida con la moderación, y que se puede defender con convicción un proyecto político sin caer en el sectarismo ni en la descalificación. Su discurso sereno, su gusto por el acuerdo y su respeto por las instituciones hacían anhelar ese socialismo tranquilo, humanista y reformista que entiende la política como servicio, no como trinchera. Lo hizo también dentro de su partido, apelando al entendimiento frente a las rencillas internas. Con honestidad, defendiendo su ideario sin traicionar sus principios. Dejando siempre clara su postura pero al servicio del interés general. Ejemplo de ell fue su actitud al expresar, sin ambages, su postura ante la elección de Pedro Sánchez como secretario general para, a continuación, ponerse al servicio del que se había convertido en líder casi contra pronóstico y, posteriormente, en presidente del Gobierno español.
Mientras el panorama nacional se llena de voces estridentes que alimentan la división, Fernández Vara hablaba de lo esencial: la dignidad del trabajo, la igualdad de oportunidades, la justicia social. No desde la retórica hueca, sino desde la gestión concreta y la cercanía a la gente. Prefería escuchar antes que dictar consignas, tender puentes antes que levantar muros, porque es así como se derriban las fronteras para siempre. Esa forma de hacer política, aparentemente, pero repleta de dificultades y, por ello, escasa, es precisamente lo que la sociedad española echa en falta.
No es casual que muchos vieran en él ecos de Alfredo Pérez Rubalcaba. Ambos compartían una visión de la política alejada del espectáculo y del cálculo inmediato. Ambos coincidían en que el liderazgo no se demuestra a gritos, sino en la capacidad de escuchar y en la templanza ante la adversidad.
Esa capacidad de diálogo y el respeto por el adversario, son cualidades que hoy a muchos pueden sonar hasta subversivas y, sin embargo, debieran ser el corazón de cualquier proyecto político que aspire a mejorar el país. La convivencia siempre es la mejor herramienta de transformación y el diálogo la única víade auténtico progreso.
Allá donde se encuentren, puede que Rubalcaba haya señalado al líder extremeño muchos de los panegíricos escritos en las últimas horas y se hayan mirado entre sí para sonreír y pensar a la vez aquella frase del exministro de que “En España enterramos muy bien”. Faltan maestros que nos enseñen a vivir mejor, a construir y buscar lo que nos une, como tantas veces el de Olivenza. España necesita más voces así, capaces de hablar con quien piensa diferente sin convertirlo en enemigo. Personas que comprendan que la democracia se fortalece en el acuerdo y se empobrece en la descalificación.
Tal vez el mayor mérito de Guillermo Fernández Vara sea haber mantenido esa coherencia incluso cuando la marea de la polarización empuja en sentido contrario. Su legado siempre será una lección de civismo en tiempos de tribuna y tuit. Si queremos homenajear a su figura, aprendamos de las lecciones que dio en vida para que perduren y antepongamos la serenidad, el diálogo y la convivencia como los principios irrenunciables de Extremadura y del resto de España.
La familia de Editorial Extremadura, del grupo editorial Prensa Ibérica, editora de El Periódico Extremadura y La Crónica de Badajoz, se unen en el dolor por la pérdida del expresidente de la Junta y hace extensivo su pésame a familia, amigos, allegados y Partido Socialista de Extremadura.
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