Escuchar

En los últimos años, se ha multiplicado de manera exponencial el número de personas que tienen y emiten su propio podcast. Hace no demasiado tiempo era un formato sin excesiva implementación o penetración. Pero el crecimiento en audiencia y el aumento de propuestas lo han convertido en una nueva alternativa, pujante e influyente, en el ámbito de la comunicación. Las plataformas de podcast fueron durante bastante tiempo contenedores de programas de radio seccionados que podían escucharse a deshora o en diferido. Pero esa etapa quedó atrás y ya hay una amplia oferta de programas que se configuran original y específicamente para su reproducción a través de estas plataformas y al margen de las emisiones de radiodifusión tradicional. Cada vez más gente cree que tiene algo que decir. Y no es que esté mal que sea así, porque cualquier aportación a la conversación pública puede resultar enriquecedora para todos. Pero la facilidad con la que cualquiera puede hacer resonar su voz provoca que, en ocasiones, el barullo sea ensordecedor. Porque hay quien habla pausadamente, quien ofrece contenidos de interés y quien comparte una propuesta original y atractiva. Pero también quienes aprovechan un púlpito público al que no hay que ser invitados para vocear, gritar, lanzar diatribas, armar algarabía o perjudicar y dañar la salud auditiva y hasta mental y emocional de oyentes voluntarios o accidentales.

Desde que Internet llegó a nuestras vidas tenemos ante nosotros un desafío constante de espulgado de contenidos por la sobreabundancia de casi todo que existe. Todo, lo bueno y lo malo, tiene un carácter torrencial en esta nueva era de lo digital

Desde que Internet llegó a nuestras vidas tenemos ante nosotros un desafío constante de espulgado de contenidos por la sobreabundancia de casi todo que existe. Todo, lo bueno y lo malo, tiene un carácter torrencial en esta nueva era de lo digital. Y el exceso en los más diversos ámbitos acaba desbordando a cualquiera que quiera acceder a un contenido concreto. Esto le ocurre mucho a la gente también con las películas y series de las plataformas audiovisuales. Pasan más tiempo rebuscando o decidiendo qué ver que, propiamente, viéndolo. Es cierto que en el terreno de los podcast no ocurre exactamente lo mismo, pero sí algo cada vez más parecido, aunque a menor escala. Y va costando cada vez más decantarse por oír esto o lo otro o escuchar aquello de más allá. Porque el tiempo de que disponemos para escuchar es limitado, y una búsqueda errática puede dar al traste con la posibilidad de concentrar nuestra atención en palabras verdaderamente nutritivas o sanadoras. Siempre pensé que se aprende más escuchando que hablando. Puse el oído todo lo que pude para aprender de las gentes que se fueron cruzando por el camino. Pero la atronadora verborrea actual dificulta cada vez más las posibilidades de oír hasta al vecino de al lado. Por eso, a veces, en determinados ambientes, dan ganas de colocarse los auriculares para escuchar solo sonidos de la naturaleza, de ríos discurriendo o temas de música instrumental en los que no se oiga a nadie decir ni pío.

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