Una de las expresiones que se han repetido hasta la saciedad en el último año es que los cambios -cualquier cambio- que pudiera haber producido la pandemia «han venido para quedarse». Suena rotundo, y probablemente en algunos casos sea así, y a estas alturas ya hayamos interiorizado nuevos hábitos y maneras de proceder en nuestra vida diaria que en la era precovid no teníamos.

Pero algunos cambios son reversibles, especialmente en algo tan variable y sometido a las modas y tendencias como es el consumo. Solo hace falta ver cómo se llenan las terrazas de bares y restaurantes cuando se flexibilizan las restricciones horarias. Así que, cuando, paulatinamente, siempre que el descenso de contagios lo permita, se vaya normalizando la situación, es de prever que los ciudadanos reconquisten los lugares que abandonaron por imperativo legal y sanitario. No será algo inmediato, ni de un día para otro, pero a medida que la vacunación vaya avanzando -a un ritmo todavía demasiado lento-, las restricciones se alivien un poco y los días de sol se impongan, el nuevo «hábito» de quedarse en casa se irá perdiendo. El hogar cederá parte del protagonismo, y eso también incluye el consumo en el hogar. Las cadenas de distribución ya se están preparando para ese momento, con múltiples técnicas para retener a unos consumidores que en los últimos meses han llenado más de lo normal sus carros de la compra. Las promociones para los clientes con tarjeta de fidelización o las rebajas directas de precios se están intensificando, y algunos expertos auguran una «guerra de precios».

Si el cierre de la restauración conllevó que la gente comprara más en supermercados, hipermercados y tiendas de proximidad, ahora la batalla de las grandes cadenas se centrará en no perder su cuota. Con una novedad -y esta sí parece que «ha venido para quedarse»-, que es el despegue del comercio on line de alimentación y bebidas, un sector el que las cadenas tradicionales del sector compiten con plataformas como Amazon. Las estrategias de los diferentes distribuidores van encaminadas a que el cliente, que según los estudios de consumo ahora va menos veces al súper, pero cuando lo hace se gasta más dinero, concentre toda la compra doméstica en un único lugar. Por eso, muchas cadenas están potenciando más la sección de productos frescos (frutas y verduras, pan, pescado, carne...), que tradicionalmente se compran más en comercios especializados.

La teoría del mercado defiende que la competencia beneficia al consumidor. Según este punto de vista, todo lo que tienda a abaratar y facilitar la capacidad de compra es bienvenida. Pero las guerras de precios a veces tienen efectos indeseados. Si se recorta en exceso el margen de un producto, el más perjudicado suele ser el eslabón más débil, que muchas veces es el proveedor.

Hace poco más de un año, los agricultores llevaron a cabo varias protestas reivindicando un precio justo por sus productos. Y aunque la pandemia ha puesto por delante otras urgencias, la supervivencia del campo sigue siendo un asunto de primer orden. El coronavirus ha dejado en jaque a muchos sectores económicos, ninguna batalla comercial debería poner más obstáculos a su salida de la crisis.