Mi compañero me decía: «¡quítale el mechero, quítale el mechero!» Y esos minutos en que varios funcionarios mojados de gasolina forcejeaban para que soltara el mechero que podía quemarles vivos plasman lo que sucedió ayer en los juzgados de Plasencia. Momentos de tensión y nervios debido a que un hombre intentó quemarse, a él y lo que había a su alrededor.

Pero la tensión no se vivió solo por lo sucedido, sino por lo que pudo suceder y no ocurrió, gracias a la rápida intervención de los funcionarios, primero, y el personal de seguridad, después, hasta que llegó la Policía Nacional. «Ya nos han dejado de temblar las manos», decía ayer la funcionaria que consiguió arrebatarle el mechero.

Todo ocurrió pasadas las nueve de la mañana. Un hombre, nacido en 1976, había sido citado en el juzgado de Instrucción número 1 para recibir una notificación debido al quebrantamiento de una prohibición de acercamiento y comunicación con la juez del juzgado número 3, que le había denunciado por «amenazas graves a la autoridad», como explicó ayer la juez del juzgado número 1.

El hombre, viejo conocido de la policía y los juzgados por tener varias causas abiertas, acudió con una mochila que pasó por el arco de seguridad. «Siempre venía con mochila». En su interior llevaba una botella de agua de medio litro. «Con las cámaras es imposible ver si lleva agua u otro líquido», explicaba ayer el personal de seguridad. En el bolsillo, el mechero.

Atravesó el arco, llegó a las dependencias de los funcionarios del juzgado número 1, en la tercera planta, se sentó frente a uno de ellos y, tras pedirle varias explicaciones, «cuando vio que mi compañero ya no podía darle más información, sacó la botella, se roció de gasolina, sacó el mechero y dijo: hasta aquí hemos llegado».

rápida reacción / La reacción del funcionario fue tan rápida que se abalanzó sobre él mientras su compañera intentaba quitarle el mechero. Forcejearon, aquella incluso le mordió para que así lo soltara, pero tuvo que abrirle los dedos uno a uno para lograrlo. Funcionarios de los juzgados número 1, 3 y la sección Penal colaboraron para reducirle hasta que llegaron los vigilantes de seguridad, quienes le esposaron y le trasladaron a los calabozos. «Fueron de cinco a diez minutos complicados», señaló ayer la jueza, quien avisó telefónicamente a la Policía Nacional.

«Los funcionarios pusieron en riesgo su vida porque había vertido gasolina sobre algunos y por las dependencias». De hecho, los que fueron rociados tuvieron que acudir a sus domicilios para ducharse y cambiarse de ropa. Ya de vuelta, una de ellos señalaba que el hombre «no reaccionaba cuando le hablaba mi compañero, yo creo que se estaba armando de valor para hacer lo que hizo. Yo solo pensaba en que como le diera al mechero íbamos a terminar todos achicharrados».

La Policía Nacional se lo llevó detenido, acusado de delitos de amenazas, coacciones e incendio, para instruir el atestado y ser puesto a disposición judicial.