"Han sentido mucha rabia porque no lo entendían. No ha sido fácil, ya que son personas con una adicción, que están intentando curarse y, al no poder salir, no tenían el apoyo de su familia y su gente". Sí lo han tenido telefónicamente, pero no es lo mismo, por eso, ha sido necesario mucho trabajo psicológico. Lo explica Lidia Regidor, la directora de la comunidad terapéutica Finca Capote de Plasencia, que gestiona desde el 2005 Cruz Roja gracias a una subvención del Servicio Extremeño de Salud.

Una docena de pacientes seguían el programa de internamiento para personas con adicciones cuando llegó el estado de alarma. Esto supuso la suspensión de las salidas de fin de semana individuales y grupales desde el martes 10 de marzo. El centro se cerró a nuevos ingresos y ya hay media docena de pacientes «esperando para entrar».

Los que estaban dentro han ido viendo cómo sus rutinas cambiaban por las exigencias sanitarias. Así, según explica Regidor, aunque han mantenido los hábitos de realización de tareas, talleres y terapias, también se han sumado otros relacionados con el coronavirus y con la gestión de las emociones.

Porque han sentido «mucha frustración. Para ellos era complicado entenderlo porque no han visto las calles vacías y hemos tenido que hacer un trabajo doble, de hacerles entender lo dura que es la realidad y que cuando salgan todo va a cambiar».

Dado además que algunos tienen VIH, hepatitis y otras enfermedades, han tenido que «extremar las precauciones». Así, al uso de equipos de protección se ha sumado que han sido «muy rígidos con las normas, con las duchas, el lavado de manos, no ha habido visitas, los proveedores se quedaban en el coche y los trabajadores hemos ido del centro a casa y de casa al centro».

Con todo, han conseguido que no haya ningún contagiado y a partir del 11 de mayo «podrán salir por Plasencia, aunque muchos son de Cáceres o Badajoz y seguirán sin poder ver a su gente». No obstante, al fallecer de coronavirus el padre de un paciente «ya se han dado cuenta del alcance de la situación» y sus familiares agradecen que les haya cogido en la comunidad. «Nos dicen que menos mal porque en la calle no habrían podido» asumir el confinamiento y el tratamiento.