El propio signo lingüístico nos ofrece su significado de forma evidente: «trampa ante ojo»; como define la RAE: «trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es». Utilizado en arte por los romanos, precursores de tanto, fueron los barrocos quienes lograron su máxima expresión artística. Y, hoy en día, son numerosos los artistas de la tierra que tratan de engañarnos, visualmente hablando, con muestras hiperreales de la vida en general, jugando con las luces y sombras y nuestra percepción óptica. (Sin mencionar a esos trampantojos humanos, a quienes si no conoces realmente, son capaces de ilusionarte a simple vista, pero la realidad es que son mentira y nada más).

Muralistas extremeños vienen representando imágenes estereográficas de cotidianeidades, homenajes a acontecimientos históricos o a personajes que lo merecen por diferentes motivos.

Quizá el pueblo más famoso sea Romangordo, aunque en la mayoría de los que conforman nuestras comarcas norteñas ya se pueden disfrutar. Un ejemplo sería Cuacos de Yuste, que ha llevado a cabo el I Concurso de Pintura Mural Pinta Cuacos, con el dibujo de creaciones representativas de la localidad en estratégicos lugares del pueblo.

Mejorando lo presente, la villa placentina será otro de los que próximamente materializará otro mural, señal de admiración a todos los profesionales que han pasado la pandemia actual en sus puestos de trabajo, cubriendo nuestras necesidades mientras nosotros nos quedábamos en casa. Un recordatorio permanente (espero) y necesario, que contribuya a no olvidar lo vivido y lo muerto. Que eso sí que es real. ¡Y qué mejor lugar para dejar constancia de su sacrificio que la fachada lateral del centro de especialidades Luis de Toro!, uno de los más visitados por placentinos y comarcanos y sito en una de las arterias principales de la ciudad.

Aunque las últimas semanas están demostrando que no se puede confiar en el género humano, repetidor de errores, cual Sísifo camusiano, absurdo creador y con común e inevitable destino final. Generando un aumento de contagios por covid-19 por pura y mera irresponsabilidad, en la mayoría de los casos. Una prueba más de lo fútil de la vida para nuestra especie, incapaz de valorar el regalo y, mucho menos, a quienes nos lo dieron, como se ha comprobado.