La diócesis de Plasencia tiene 831 años de historia, pero nunca hasta este año había contado con diáconos permanentes. En este caso, se trata de dos hombres casados y con hijos cuya función será la de servir de «ayuda al obispo y a los sacerdotes».

Lo afirma Francisco Javier Tovar Martín, placentino de 56 años, casado con María José García y con hijos de 28 y 25 años. Junto con Óscar Salgado, de Torremenga pero residente en Navalmoral de la Mata, de 42 años, también casado y con dos hijos menores, son los primeros diáconos permanentes de la diócesis desde el 6 de enero, en que fueron ordenados.

De esta forma terminaba un proceso que comenzó hace un año, cuando se lo propuso el obispo, José Luis Retana, y que a su vez supone el inicio de una nueva experiencia. Para Javier, para su matrimonio y su familia, está siendo «una primavera. Estamos viviendo momentos muy felices».

Felices y muy diferentes a los treinta años que pasó trabajando en forjados RECO después de haber estudiado Delineación en el IES Pérez Comendador de Plasencia.

Confiesa que tuvo una «vocación tardía» porque, con 40 años, decidió estudiar Ciencias Religiosas. «Tenía dudas existenciales, quería saber más sobre la religión cristiana», explica.

Pudo compatibilizar los estudios con su trabajo, donde se encontraba «feliz», pero hace ocho años, recibió la oferta de la diócesis de Coria-Cáceres de dar clases de Religión. «Me dieron la oportunidad» y la aceptó. Confiesa que le gusta mucho «estar con los jóvenes» y lleva los últimos cuatro años en el IES Gabriel y Galán de Montehermoso.

Llegó entonces el ofrecimiento del diaconado y, tras consultarlo con su familia, aceptó. Porque Javier tiene claro que su «primera vocación es el matrimonio, la segunda, nuestros hijos» y a estas se ha sumado ahora este nuevo «servicio a la Iglesia».

Orden sacerdotal

Los diaconados permanentes forman parte del orden sacerdotal junto con el Obispado y el Presbiterado (sacerdotes). No es algo novedoso, sino que ha existido en la Iglesia desde sus comienzos, de hecho, varias diócesis extremeñas cuentan con diáconos permanentes. El Concilio Vaticano II determinó que se podía restablecer y podrían ejercerlo «los varones de edad madura, aunque estén casados, y también jóvenes idóneos, para quienes debe mantenerse firme la ley del celibato».

Javier explica que no han llegado para «quitarle el sitio a nadie», ni tampoco porque falten sacerdotes, sino para servir de ayuda. Así, ellos pueden proclamar la palabra de Dios, leer el Evangelio dentro de una misa, realizar la homilía y también bautizar, casar, realizar las exequias en un entierro y ser testigos en bodas.

Lo que no pueden es «consagrar, ni confesar ni dar la unción de enfermos».

Desde el 6 de enero, estos diáconos ya han podido llevar a cabo algunas de estas funciones, en el caso de Javier, en su parroquia, la de San José y también en la de Majadas de Tiétar. Son fácilmente identificables gracias a su alba blanca y su estola cruzada.

«Yo voy a recibir más de la sociedad», afirma. De momento, destaca las muestras de cariño mientras señala que su objetivo es «aportar cercanía, escucha, comprensión, trabajo e ilusión».

En su opinión, la decisión del obispo de contar por primera vez con diáconos permanentes es una señal de «apertura a los nuevos tiempos» y considera que él y Óscar pueden haber abierto la puerta a otras personas para dar este mismo paso. De hecho, señala que el obispo ha recibido ya varias peticiones, aunque para ser diácono permanente hay que contar con los estudios que ellos tenían.

Además él siempre ha estado vinculado al voluntariado y este es, en definitiva, un servicio «dedicado a la caridad, a los más necesitados», subraya.