El asesinato de Samuel Luiz ha «removido» algo que tenía «guardado bajo siete llaves», en lo que no quiere pensar más porque ya lo hizo suficientemente, porque estuvo un año «sin poder salir solo a la calle» y mucho tiempo «mirando hacia atrás» por si volvían a por él, sumado a las secuelas físicas de la paliza que sufrió.

Un placentino, que prefiere guardar el anonimato, ha querido contar la agresión homófoba de la que fue víctima hace dos años para advertir que lo ocurrido con Samuel no ha sido un hecho aislado y pedir leyes más contundentes para que los agresores «tengan miedo a las consecuencias de pegar o matar» y se lo piensen antes de hacerlo.

Porque, a pesar de las manifestaciones de protesta, «dentro de dos días, está olvidado y a los que lo hicieron, les sacarán de la cárcel por buena conducta».

Este placentino no duda de que Samuel sufrió una agresión homófoba. «Ya le tenían en el punto de mira», afirma. Porque es lo que ocurrió con él, «el mismo modus operandi, por eso me ha removido tanto, yo podría haber sido Samuel, si me llegan a dar en un mal sitio, me quedo ahí». 

Y con ahí quiere decir en el suelo, donde perdió el conocimiento después de que un grupo de chicos comenzaran a golpearle, zarandearle y darle patadas. «No hagáis mucho daño a esta maricona», fue lo que él escuchó.

«Me estaban esperando»

Ocurrió hace dos años, un sábado noche al salir de un bar de regreso a casa. Se quedó solo y un grupo de chicos, que él piensa que le estaban esperando, «porque eso se sabe», le preguntaron si les daba un cigarro, pero él no tenía. «Ahora dice que no tiene», dijeron. Entonces, comenzó a acelerar el paso y a buscar alguna calle con gente, pero no había nadie. «Empiezas a andar y escuchas risitas detrás de ti y sabes que te van a dar, te cagas vivo».

En un momento dado, llegando a la plaza Mayor, escuchó algo tras él y al darse la vuelta, «me vino un puñetazo a la cara». Le siguieron más golpes, zarandeos, risas, «intenté defenderme hablando con ellos, pero se reían». Hasta que perdió el conocimiento.

Se despertó en el suelo, junto a un chico joven que trataba de ayudarle y «no sentía nada». Solo recuerda retazos del trayecto en ambulancia hasta el hospital.

El resultado de su paliza fueron «contusiones, hematomas, me rompieron dos costillas y estuve un año viendo doble por un ojo, aunque ahora veo bien». 

«No es al azar, te estudian, te buscan las cosquillas y te cagas vivo, sabes que te van a dar»

Cuenta que al principio le daba miedo denunciarlo. «Es lo que tiene el gay, el miedo a ser señalado, a que te ridiculicen, pero o lo hacía yo o nadie iba a hacer nada».

El problema era que «no les había visto en mi vida», pero resultó que los agresores comentaron lo que habían hecho y llegó a oídos de una amiga, que le enseñó una foto y pudo reconocer a uno de ellos. Además, coincidió con el chico que le había ayudado y lo había visto todo y estuvo dispuesto a testificar.

Así, denunció y ganó el juicio. La condena fue una indemnización y una multa. «Yo quería que pagara, no económicamente, sino que le condenaran porque, si comete otra agresión, irá a la cárcel».

Considera que con él, al igual que con Samuel, el ataque «no es al azar, te estudian, te van buscando y te buscan las cosquillas».

Era la primera vez que le pegaban en su vida, pero no la primera que le insultaban, de hecho, cuenta que «siempre» lo han hecho, desde el colegio.

"Que dejen a la gente que haga lo que quiera con su vida, que dejen de pegar o matar por sentir diferente"

Es más, durante esta entrevista, en un lugar público, un joven pasa ante nosotros y grita la palabra «gay». Asegura que siguen siendo habituales los cuchicheos, risitas o que alguien le llame «maricón». Por eso, afirma que «Plasencia está llena de gays y lesbianas, pero están ocultos porque saben lo que hay, tienen que salir fuera para liberarse».

Lo que le pide a la sociedad es que «dejen a la gente que haga lo que quiera con su vida, que dejen de pegar o matar por sentir diferente, ojalá, pero es una utopía, se ha hecho toda la vida».