Ese ritual veraniego seña de identidad característica de los pueblos, cuando cada vecino, después de cenar, saca su silla a la puerta de casa en silencio y, poco a poco, la calle se llena de pequeñas islas cercanas en ese río callejero, donde la bajada térmica nocturna acompañada de una distendida charla, casi terapéutica, preparan cuerpo y mente para ir a acostarse es un distintivo que, por suerte, aún pervive al paso del tiempo y las pandemias. Sana y sabia costumbre rural que ojalá no se pierda.

Inevitablemente, esta estampa le devuelve a una a la infancia y preadolescencia. Cuando los muchachinos callejeábamos por el pueblo en  busca del resto de amigos (muchos parientes), para pasar el rato en los lugares emblemáticos. Como la Atalayaremoliniega, con su mágica mole pétrea de granito cuyo servicio lúdico ofrecía la mejor resbalaera de día y, de noche, un enorme y acogedor colchón que aún conservaba el calor diurno, donde tumbarte a mirar el firmamento y el paso de alguna estrella fugaz en la oscuridad, cuando la contaminación lumínica aún no había llegado y pareciera que el cielo se acercaba un poco más a la tierra, permitiendo disfrutar de su espectáculo. Por suerte, aún continúa siendo lugar de reunión privilegiado para muchos. 

En las ciudades pequeñas, aunque menos, también podemos ver esta estampa veraniega en los barrios periféricos, alejados del bullicio del centro donde los hosteleros hacen su agosto gracias a las ganas de echarse a la calle tras el duro año vivido.

Otra posibilidad es la que ofrecen ayuntamientos como el de Plasencia o los vecinos pueblos comarcanos, que también están sacando sus sillas a la calle para quienes prefieran disfrutar de un variado entretenimiento para grandes y pequeños. Como el de los programas placentinos Verano por Barrios; los conciertos y celebraciones con motivo del Martes Mayor con sus frutas, verduras, tamboriles y refajos de colores en los  componentes del grupo folclórico local “Chispa”; y el 20 a la Isla próximo. O municipios como S. Gil, por ejemplo, que está llevando a cabo una magnífica agenda cultural para celebrar el 50 aniversario de su nacimiento y el 25 como entidad local menor, que clausurará estos acontecimientos con el concierto de “Los niños de los ojos rojos”.

Y es que, aunque la mayoría de cosas y personas hayamos cambiado, hay tradiciones que superan el progreso y mantienen las relaciones humanas. Así que, sin olvidar la mascarilla, ¡saca al fresco tu silla!