En torno a 40 familias y población inmigrante que llega a la ciudad «sin nada» acuden cada mes al ropero de Cáritas Interparroquial en busca de ropa, productos de aseo, como gel o pastillas de jabón y de calzado.

Cerrado durante más de un año, reabrió después del verano, en principio un día a la semana y actualmente dos días, los lunes para la entrega de ropa y los jueves para la recogida, en ambos casos de once a doce.

Se trata de un servicio que gestionan voluntarios, con Julia Díaz al frente. La «vulnerabilidad» de estos voluntarios frente al covid, debido a su edad, motivó el cierre y hoy día, por su seguridad, la entrega de ropa se hace en la puerta, sin pasar al interior del local que lo acoge, en la avenida de la Vera. El alcalde, Fernando Pizarro, lo ha visitado recientemente y ha subrayado que un «brazo solidario que llega donde no lo hace la administración».