-Nos han obligado a hacer esto- manifestaba una señora acerca de la impuesta obligación de conocer este mundo digital con el que el sistema nos ha vomitado encima,  sin pedir permiso.

Fue en la sede del placentino Nuevo Centro del Conocimiento (NCC), en el Complejo Cultural “Las Claras”, donde consultaba al Técnico de Alfabetización Digital, Christian Moreno Canalo, que tan profesional y humanamente hace su trabajo, acerca de diversas dudas  sobre su correo electrónico, certificado digital, etc., surgidas tras la visita de sus hijos durante las vacaciones navideñas. Aspectos, para ella y muchos como ella, tanto en su rango de edad (unos 65 años), como anterior y posterior, demasiado amplios y complejos para asimilar fácilmente, incluso con voluntad y motivación para hacerlo y aun obligada.

Necesidades de quienes vivimos en sociedad, antes físicas y ahora virtuales por imposición.

Lamentablemente, la brecha digital continúa siendo bastante más grande de lo deseado, incluso a pesar de Planes de Competencias Digitales para la empleabilidad, como el que gestiona la Asociación de Universidades Populares de Extremadura (AUPEX), dirigido principalmente a personas desempleadas o con mejora de empleo, cuya mayoritaria presencia y demanda la ocupan personas con una media de cuarenta y cinco años de edad y a cualquier usuario que lo precise, sin discriminación alguna, automotivados o llegados a través de colaboraciones con otras organizaciones como Cáritas, Cruz Roja, África Cerca…

-Si antes ya se notaba, después de la pandemia es demasiado- continuó. Y es que, casi la única posibilidad que existe para mantener una correcta e inevitable relación entre las administraciones y los usuarios es obedecer y adoptar una inconsistente identidad digital alternativa, difícil de asimilar, que terminará indefectiblemente y por completo con las gestiones administrativas tal y como las veníamos realizando hasta hace no mucho, es decir, mirando a los ojos a otra persona física, mientras intercambiamos los ¡buenos días! Porque lidiar con una máquina, además de equivaler a un puesto menos de trabajo, niega la comunicación correcta, prácticamente, anula las posibilidades de entendimiento y nos somete sin remedio, que al fin y al cabo, es el fin…

Creo que lo único bueno de esta nueva obligación es el acercamiento intergeneracional y, ya sólo por eso, habrá de merecer la pena.