Decir Sete es pensar automáticamente en pescado, el que junto a su mujer Emi, la «auténtica pescadera, la campeona, la capitana» han vendido y preparado a miles de placentinos en la plaza del mercado. Ahora, con casi 60 años de trabajo en el puesto ella y cerca de 50 él, se han despedido de sus clientes por jubilación

Lo hacen, confiesa Emiliana Vivas, con «muchísima pena», sobre todo porque dejan huérfana a una clientela «fiel y buenísima que ahora nos dice que dónde van a comprar el pescado», apunta Alfonso Llorente, Sete.

Por eso, en un puesto que prácticamente han vaciado y donde es inevitable notar la ausencia del pescado, destaca un mensaje de agradecimiento a sus clientes: «Gracias por habernos acompañado en estos 50 años. Vuestro apoyo y fidelidad han sido lo que nos ha permitido llegar tan lejos en este viaje».

Un viaje que Emi comenzó cuando tenía solo 14 años, ayudando a sus padres, Eulalio Vivas y Manuela Pascual, en el puesto alquilado en la plaza de abastos al ayuntamiento. Ella es la tercera generación de una familia de pescaderos y subraya que se ha «criado» en la pescadería. De hecho, «de niña aprendí a desespinar» y como el horario era de ocho de la mañana a ocho de la tarde, cuando terminaba el colegio, repartía el pescado a los clientes. Recuerda que entonces se hacía a pie, «en una bandeja de porcelana blanca».

Estudió en el instituto nocturno para poder seguir ayudando a sus padres por la mañana y, cuando se sacó el carné de conducir, con 18 años, se puso a trabajar con ellos definitivamente. «Con ellos lo tenía todo y no me faltó de nada», subraya. También se acuerda especialmente del apoyo que recibió de sus hermanas mayores.

Han mantenido a sus proveedores y 'Sete' se encargaba cada madrugada de descargar el pescado traído de La Coruña y Vigo

Una cosa que destaca Emi es que, en estos más de 50 años, la pescadería ha mantenido a los mismos proveedores, procedentes de La Coruña y Vigo y además, una vez incorporado Sete al negocio, él mismo se ha encargado cada noche de coger el pescado que traían aquellos hasta Plasencia, descargarlo en su furgoneta y llevarlo al puesto de la plaza.

«Quedábamos a la una o las dos de la mañana y a las cinco ya estaba descargando en el mercado», cuenta Sete

De hostelero a pescadero

Se casó con Emi a los 23 años y dejó la hostelería a la que se había dedicado siempre por la pescadería. «Yo no sabía nada de pescado, pero sí de servicio de cara al público».

Recuerda que, cuando ya los padres de Emi se jubilaron, los comienzos no fueron malos porque «mis suegros tenían hoteles, el cuartel, la clínica». Aunque Emi apunta que «lo peor es «mantenerse» y, como momentos más difíciles, recuerda cuando el cuartel dejó de funcionar como tal y, sobre todo, «la pandemia, ha sido muy seria. Mis padres han pasado lo suyo, la posguerra y a nosotros nos ha castigado la pandemia».

Aún así, no se quejan, al contrario, afirman que se marchan «muy satisfechos» y, sobre todo, «muy agradecidos a los clientes». Emi subraya que lo principal es «el respeto y el cariño» hacía la clientela, que también hay que «saber ganarse porque cada persona es un mundo».

Se emocionan al recordar lo vivido y estos días han derramado más de una lágrima, pero «lo hemos llevado muy bien, hemos disfrutado en el trabajo» y ahora lo harán de la familia, sobre todo de sus nietas.