El Periódico Extremadura

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SU MADRE ESCAPÓ DE UNA CIUDAD TOMADA POR LOS RUSOS Y RECORRIÓ 60 KILÓMETROS PARA BUSCARLES

Guerra en Ucrania: Pavlo ya tiene su gran familia en Plasencia

El pequeño que permaneció en un sótano con sus abuelos en Ucrania ya está con tres hermanos y su madre en Plasencia; Juanje y Lupe, que tienen dos hijos, les han acogido y les ayudan en su adaptación y nueva vida

Juan Jesús y Guadalupe flanquean a la familia de Pavlo, ya en Plasencia. TONI GUDIEL

El pequeño Pavlo llora, varias veces. Se calla, se pone las manos en los ojos y no puede evitar las lágrimas, sobre todo cuando escucha a su madre y cuando ella llora también. Porque aunque ya están en Plasencia, con la familia que ha movido cielo y tierra para traerles, es mucho lo que han sufrido y lo que han vivido y en Ucrania se han quedado los abuelos de Pavlo y un hermano de 17 años, estudiante en Kiev, que ha preferido permanecer allí con su novia y un amigo.

Marina, su madre, de 36 años y otros tres hermanos de Pavlo (9 años), Bogdan de 16 años, Katia de 12 y Sofía de 8, vivían tranquilamente en una ciudad a 20 kilómetros de Bielorrusia cuando comenzó la guerra. Ahora, «han perdido su casa y les han robado sus cosas», explica Guadalupe Campos, su madre de acogida.

Pero además, como en su casa no tenían sótano, Marina optó por llevar a sus hijos a casa de los abuelos, que sí tenía dónde refugiarse y estaba cerca de Kiev y marcharse de nuevo a seguir trabajando en un supermercado. Pero su ciudad terminó sitiada por los rusos.

"La madre lloraba y me abrazaba todo el tiempo y los niños alrededor todos juntos abrazados, una mezcla de alegría y tristeza"

Guadalupe Campos - Madre de acogida

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«Se quedó atrapada y no podía moverse». Pero un día llegó la oportunidad, se montó en un coche, consiguió pasar sorprendentemente por los puestos de control rusos y tuvo que hacer una travesía de 60 kilómetros, «en coche, andando y en barca también porque los puentes estaban destruidos» para volver a ver a sus hijos.

Después, los abuelos les llevaron en coche hasta un «campo de voluntarios» de la oenegé Infancia de Nad, que se ha encargado de llevarles en autobús y facilitarles la estancia en hoteles. Otros tres días de viaje desde Cracovia hasta Madrid y de ahí a Plasencia.

Nombra a Ucrania y Marina se echa a llorar. Sus hijos la abrazan, pero también juegan con los dos hijos de Guadalupe y su marido, Juan Jesús Arribas, una familia de acogida que llevaba varios años acogiendo a Pavlo y que ahora se ha convertido en una gran familia. «Somos una familia de nueve», afirman entre lágrimas.

Porque Marina está muy agradecida por la segunda oportunidad que les han dado.

El reencuentro

Guadalupe explica que hubo días en que ella y su marido dejaron de tener información de la familia: «Pensábamos lo peor, que no volveríamos a ver a Pavlo. Fueron unos días horribles hasta que volvimos a tener noticias y además buenas». Del reencuentro recuerda que fue «impresionante, muy emotivo. La madre lloraba y me abrazaba todo el tiempo y los niños alrededor todos juntos abrazados, una mezcla de alegría y tristeza».

A pesar de lo que Marina y sus hijos han dejado atrás, están empezando a adaptarse. A ella la han llevado a la peluquería y, gracias a la solidaridad de amigos y personas anónimas que han colaborado con la oenegé, han conseguido ropa, calzado y productos de higiene personal.

Pero además, han creado un grupo de WhatsApp para ir poniendo dinero para ellos todos los meses y le han abierto un número de cuenta a Marina. Porque, aunque les da apuro seguir pidiendo, lo cierto es que «lo que ahora necesitan es dinero, para pagar los gastos del teléfono, internet para cursos de español, luz, agua...» Los niños empezarán en el colegio y el instituto tras la Semana Santa, pero señalan que Marina necesita un trabajo porque de momento casa les han cedido. «Ella está súper dispuesta y tiene muchas ganas». Marina asiente... Y sonríe. 

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