Gajes del oficio, vamos, que todo dentro de la normalidad en la puesta en marcha del nuevo viejo tren en la región. Nada nuevo bajo el sol, como cantaban Los Bunkers. Es lo que tiene la habituación, te acostumbras a que algo no funcione y ya nos las pueden dar todas juntas que, aquí, no pasa nada…

A la entrega de este artículo de opinión han transcurrido cinco días desde su pomposa e innecesaria inauguración (con la que estaba cayendo, sobre todo a los miembros de los equipos forestales que continuaban apagando los fuegos del norte cacereño soportando temperaturas extremas) y todos y cada uno de ellos se han producido incidencias de algún tipo, por diversas causas. Aun así, no vemos caérsele la cara de vergüenza a los responsables y dudo que el despido del técnico sirva de algo y el fallo sea exclusivamente humano.

Indignación es el sentimiento general entre la población extremeña, por no hablar de la placentina, cuyo cabreo a tanto despropósito no deja de elevarse, víctima de promesas incumplidas una y otra vez durante años. Se ríen en nuestra propia jeta y encima, se presenta como si fuera el hito del siglo, cual panacea a nuestros involuntarios aislamiento e incomunicación, que más se acerca a la discriminación real, como tan gráficamente refleja el mapa español en el que somos la región con menos servicios ferroviarios y que, a pesar de contar con un gasto en inversiones de primera, cuenta con trenes de segunda, lo que viene a ser, gato por liebre.

Porque se supone que algo nuevo, cuando mejor funciona es al estrenarlo y, con el uso, se va deteriorando, pero no al revés. Si no de qué sirven las pruebas antes de sacarlo al mercado. Pues al parecer debemos de tener paciencia y seguir aguantando estoicamente retrasos, averías, calor y sed porque es lo normal según la compañía y no pasa nada, porque nunca pasa nada y así nos va.

Y lo peor es que no es sólo el tren. Toda la vida hemos padecido la ausencia de servicio de transporte, sobre todo en las zonas rurales. A los catorce años tuve que ingresar en la Escuela Hogar Sagrados Corazones jaraiceña porque no fue hasta dos años más tarde que pusieron una línea de autobús entre Jaraíz de la Vera y mi localidad de residencia, la cual funcionaba únicamente durante el curso escolar. Pero no he de remontarme tanto. Durante siete años, mis octogenarios padres, por motivos de salud, ya helara, lloviera o quemara el sol, han tenido que pegarse diariamente el madrugón, esperar el enlace y hacer trasbordo para llegar hasta Plasencia y recorrer escasos veintiséis kilómetros de distancia. En pleno siglos XXI esto no es progreso.

Y este es sólo el principio… Esperemos que no ocurra ninguna desgracia.