Esta semana se ha hecho público el acuerdo al que han llegado las partes sobre el delito de vandalismo contra la propiedad, de un varón de cuarenta y cuatro años, que estampó "con orgullo" su firma: Loky , más de cuatrocientas veces por toda Plasencia y que puso en jaque a la policía local, que recibió más de cuarenta denuncias.

Ante esta noticia y la publicación de su fotografía en los medios de comunicación a la salida de los juzgados, más de uno se ha sorprendido de que no fuera "un puto niñato", como él mismo se declara, al pedir perdón a toda la gente que ha hecho daño.

Y es que ahí tenemos a nuestros jóvenes y adolescentes, en el punto de mira, cuando, prejuiciosamente, damos por sentado que esas pintadas han debido ser autoría de uno de ellos porque, generalmente, este sea el perfil de un grafitero. Esta acusación está tan automatizada en nuestro constructo social que, si sólo se opinara, tal vez su imagen y colectivo no saldría tan mal parada, sin embargo, además, se juzga por costumbre, sin la más mínima alteración y sin medir las consecuencias que pueda tener sobre cada uno de ellos en particular.

Jóvenes que se quejan por no tener opciones de ocio en horario nocturno en la ciudad, que terminan en la carretera vieja de Salamanca haciendo botellón porque las alternativas escasean, la presión del grupo es muy fuerte y terminan allí incluso aunque no beban alcohol (hay de todo).

Porque, por regla general, se pretende solucionar el problema tratando los síntomas, en lugar de buscar su origen y la causa de su comportamiento, haciéndolo con respuestas nada acordes a la realidad que viven y de la que, en demasiadas ocasiones, son víctimas y no verdugos como habitualmente se les adjudica, sin ni siquiera darles la oportunidad de comunicarse y manifestar sus necesidades, deseos, anhelos o conflictos que, en estas edades, son tan difíciles de afrontar y pueden convertirse en graves problemas que afecten a otros ámbitos de su vida y convertirles en quienes no son ni quieren ser.

Este verano se han fletado autobuses desde Plasencia, que también hacían parada en otras localidades de las vecinas comarcas, que recogían a adolescentes, para acudir a festivales de música o macrofiestas con música y bebidas (alcohólicas sólo para mayores de edad), y a las que solamente se podía asistir con la autorización de los progenitores o tutores legales. Alternativas posibles, bastante asequibles para instituciones y civiles, que evitarían que nuestros chicos tuvieran que desplazarse lejos de su residencia habitual si se celebraran aquí.

Tal vez sea buen momento de convocarles para preguntarles por las carencias que detectan y escuchar lo que tuvieran que compartir en este sentido.