EXPERTO EN DEPORTES DE AVENTURA

De Plasencia a la Antártida para ser un faro

Javier Gil acaba de regresar de la base española en la Antártida, donde ejerce como guía de montaña en los glaciares. El placentino proporciona seguridad a científicos del CSIC que realizan investigaciones

Javier Gil, de Plasencia, en la Antártida.

Javier Gil, de Plasencia, en la Antártida. / EL PERIÓDICO

Raquel Rodríguez Muñoz

Raquel Rodríguez Muñoz

Javier Gil nació y vive en Plasencia, pero no pasa más de «tres o cuatro semanas» seguidas en la ciudad. Su sitio está en las montañas, entre barrancos y, desde hace dos años, también en la Antártida.

El motivo es que Gil es guía de alta montaña y barrancos y también responsable de barranquismo de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada. Además tiene una empresa propia, Expediciona, que funciona como agencia de viajes, trekking y deportes de aventura.

Con todos estos mimbres, el placentino lleva dos años trabajando como guía de montaña en los glaciares de la isla Livingstone, situada frente a la península antártica. Su puesto está en la base Juan Carlos I, que es civil, porque explica que también hay otra base militar, que gestiona el ejército.

Base de la Antártida donde trabaja el placentino Javier Gil.

Base de la Antártida donde trabaja el placentino Javier Gil. / EL PERIÓDICO

A su vez, «a cinco kilómetros, está la base búlgara. No hay mucho más. La Isla tiene 40 o 50 kilómetros de lado a lado y el 90% son glaciares». Precisamente, su trabajo consiste en ser un faro para los científicos que cada año acuden a esa base para realizar investigaciones, un guía que les aporta la seguridad necesaria para que ninguno acabe cayendo por las grietas.

Gil explica que la base, que gestiona el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), abre únicamente desde diciembre y hasta finales de marzo.

Placentino entre glaciares, grietas y ventiscas

Cuando llegan, «hay mucha nieve y está todo tapado», pero a medida que avanzan las semanas y debido a que también este último año «ha llovido más de lo normal, se va derritiendo y aparecen muchas más grietas».

Por eso subraya que lo más complicado es «moverse por los glaciares, debido a las grietas».

Como guía, acompaña a los científicos para asegurarse de esquivarlas. La seguridad es máxima porque van unas veces «con esquís», otras con «motos de nieve» y «atados con cuerdas. Trabajamos con mucha seguridad».

Aún así, destaca que otro problema de la zona son las ventiscas porque provocan una niebla blanca que hace que «te quedes a oscuras, pero en blanco, llegas a marearte», afirma».

No obstante, el trabajo ha concluido sin problemas esta temporada y los científicos han podido investigar sobre «biología marina, microplásticos y contaminación del agua» y también realizar trabajos de cartografía, geología o nivelación del mar.

Atados entre glaciares de la Antártida.

Atados entre glaciares de la Antártida. / EL PERIÓDICO

Ha sido el segundo año en la isla para Gil, que da por seguro que volverá. Destaca que es «un sitio chulo, el paisaje es bastante agradable y nos movemos por la isla pero también con la zodiac por el mar, estamos todo el día jugando, no te aburres».

Además, afirma que la temperatura no es muy extrema porque, como están a nivel del mar, la media es de cero grados y, como mínimo, han llegado a los diez o quince bajo cero, «como puedes estar en la sierra de Gredos».

Ya de vuelta a Plasencia, tampoco para y acaba de participar en una charla del mes de la montaña, que organiza el Grupo Placentino de Montaña, en la que ha hablado de una experiencia en Islandia, recorriendo la costa sur en bicicleta y kayak.

Asegura que volverá a Islandia con la bicicleta, pero también tiene previsto un viaje a Albania, otro a Marruecos y otro a Bolivia. Plasencia es su base, pero su mundo es inabarcable.

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