Contra de sexta

Amigos para siempre

Rosa María Garzón Íñigo

En casa, desgraciadamente, hubo pocos. Su presencia era un lujo alcanzable sólo para los más pudientes. Sin embargo, el recuerdo consciente del primero que cayó en mis manos sigue fresco en mi memoria, como si fuera ayer: un precioso volumen de la Enciclopedia Álvarez, propiedad de mi padre, que usara para su privilegiada formación. Con una atractiva portada colorida y cuyos contenidos y bonita caligrafía enamoraban, al menos a mí. Aunque un poco deteriorada por las mudanzas y el paso del tiempo, aún se conserva en la familia con cariño, junto a una Sagrada Biblia de pastas azules y, afortunadamente El ingenioso hidalgo Don quijote de la Mancha, que hoy no sé quién de mis hermanos guarda.

Luego vendrían los académicos, mejores y peores. De los de E.G.B. guardo algunos ejemplares y apenas recuerdos, sobre todo de la etapa inicial. Acompañados de cuadernos Rubio estivales, que ofrecían aburridas series de bucles y frases para conseguir una elegante escritura que, con el tiempo, inevitablemente adaptamos y casi perdemos, personalizando los caracteres a nuestro antojo. Luego, bachillerato ocupó más cajas de libros de texto, pues los de lectura seguían siendo un lujo que no se contemplaba y, con suerte podía adquirir su préstamo en las bibliotecas del centro o pública o de familiares o amigos. Eran otros tiempos…Aunque las vías de acceso aumentaban su presencia en casa.

La independencia del núcleo familiar y la tardía llegada a la universidad me ofrecieron la oportunidad de ir adquiriendo mi propia biblioteca personal, permitiéndome disfrutar de todo el proceso, desde entrar en algún sagrado templo del saber, para localizar un ejemplar (afortunadamente, también para ejercer temporalmente como bibliotecaria), hasta una librería donde perderte sin tiempo y regalarte los que más te apetecieran en ese momento, acertada o equivocadamente, pero siempre disfrutando del proceso.

Si hubiera sabido de pequeña cuánto bien me harían y que serían la mejor compañía, hubiera destinado la paga de los domingos a ellos.

Ahora las facilidades y posibilidades son infinitas. Desde antes del nacimiento de un niño, las futuras mamás escriben durante su embarazo el que será su primer libro, con datos y fotografías de los maravillosos cambios que conforman su vida; una vez nacido le ofrecerán alguno con botones y sonidos que estimulen sus sentidos; hasta las memorias de un sabio anciano, cuyos ojos habrán leído las páginas de cientos de amigos de papel; pasando por los diarios infantojuveniles, acompañados de aventuras, amor…, hoy en día, quienes no leen es porque no quieren. Ya puedes dar ejemplo haciéndolo a diario, que obligarles, no puedes, han de descubrir el placer por sí mismos. Mientras, ellos se lo pierden.