Usted fue Premio Europeo 'Carlos V' en 2017 ¿Qué sintió cuando supo que la galardonada en esta última edición ha sido una mujer como Angela Merkel?

Celebré vivamente la decisión del jurado. Angela Merkel es la figura de referencia de las instituciones europeas en lo que llevamos de siglo. En ella se produce la fusión de la moral cristiana, inculcada por su padre, pastor protestante, junto a una formación rigurosa y al mismo tiempo pragmática. Pienso en momentos críticos durante su mandato, como fueron la crisis financiera y la de la deuda europea, la crisis de Fukushima, en la que terminó con la energía nuclear alemana, así como la forma como afrontó la crisis de las relaciones trasatlánticas durante la presidencia de Trump y la crisis del Brexit. Tuvo que afrontar también la crisis provocada por la pandemia, aunque probablemente para ella y para el partido que representa, la más dolorosa de las crisis fue la de los refugiados, cuando Merkel optó por la respuesta cristiana, dando lugar a una ruptura interna. Logró también una posición de equilibrio de Europa entre Estados Unidos, Rusia y China. Recuerdo haber leído la despedida de Merkel de su partido, en su última intervención como Canciller en la que se limitó a decir «hemos hecho mucho». La echaremos de menos, sin duda, cuantos creemos en Europa y su futuro. 

Ocupa usted el sillón San Benito en la Academia desde 2000 ¿Cómo valora la labor realizada en estos veinte años?

Sentí una gran alegría y al mismo tiempo de reconocimiento, hacia quienes me invitaron a formar parte de la Academia desde el año 2000. A lo largo de estos años ha sido extraordinaria la labor realizada desde la iniciativa de un brillante profesor, José Antonio Jáuregui, culto, entusiasta y soñador, que imaginó su creación junto a Salvador de Madariaga, y contó desde el principio con la colaboración del Presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra y sus sucesores, y también siempre con el respaldo de Sus Majestades los Reyes.

Jacques Delors, presidente de la Comisión, y el primero en recibir el Premio Europeo Carlos V, insistía siempre en que la base del proyecto europeo eran tres componentes: la competitividad que estimula, la cooperación que nos hace fuertes y la solidaridad que nos une. Por todo ello quiero poner de manifiesto la extraordinaria labor realizada por la Academia desde su creación. En la Academia aprendimos que Europa es algo más que un espacio geográfico definido por la historia; es una empresa por la que vale la pena luchar aunque el camino pueda ser duro.

Una de las funciones de la Fundación es tener puentes entre Europa e Iberoamérica. ¿Cómo los contempla un diplomático como usted con un panorama lleno de escollos como la situación en Venezuela o la crisis de los migrantes?

En principio la Fundación se ocupó fundamentalmente de Europa. A mi juicio, un paso decisivo, y que celebré, fue la creación de la Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste hace pocos años. Desde ella se puede contribuir muy eficazmente, y así se está haciendo, a afrontare se panorama de escollos y esas crisis comunes, y llevar a cabo una mayor integración entre Europa e Iberoamérica.

La formación es uno de los pilares de la Fundación. ¿Cómo se ayuda a los jóvenes en forjarse una idea de Europa unida, fuerte y con futuro?

La Fundación realiza una gran labor contribuyendo a que los jóvenes se forjen en esa idea de Europa, fuerte y unida. Recordemos las palabras de Ortega, uno de nuestros más preclaros europeístas que afirmó que «Europa como sociedad, esto es, como convivencia de hombres bajo un determinado sistema de usos, existe con anterioridad a las naciones europeas. En lugar de ver a Europa como resultado de una integración política, hay que invertir la perspectiva y verla como la placenta común vivificadora y nutricia de todas las naciones europeas». Como afirmaba Ortega, Europa no es solo el futuro, sino algo que está ahí desde un remoto pasado y que existe con anterioridad a las naciones hoy tan claramente perfiladas. De ese modo, Europa como destino al que se pertenece se convierte en vocación de lo que hay que llevar a su madurez.

¿Sienten nuestros jóvenes la llamada de Europa?

No cabe duda. Lo he podido comprobar desde el Real Instituto de Estudios Europeos de la Universidad CEU San Pablo, que he presidido durante veinte años y también en los excelentes cursos de verano que organiza la Fundación, en los que he participado en varias ocasiones. Se ha producido un gran cambio de los jóvenes en este tiempo. Hoy los jóvenes sienten con fuerza la llamada de Europa. Van a Europa a cursar sus estudios. Se sienten atraídos por las ideas de Europa y a veces críticamente, a raíz de actuaciones que no son acordes a los principios que inspiraron la integración.

Fue usted Secretario General del Consejo de Europa, diputado al Parlamento Europeo y Comisario europeo ¿Qué recuerdos guarda de esa experiencia?

Conservo grandísimos recuerdos de mis responsabilidades en los tres cargos, pero yo diría que sobre todo los de mi época en el Consejo de Europa, al comprobar como España abría una puerta a las Instituciones europeas, y marcaba su vocación claramente europea como destino al que se pertenece y se convierte en vocación de lo que hay que llevar a su madurez.