Viene corriendo de Madrid para hacer esta entrevista y muy pronto ya estará en el Líbano (frontera con Siria), concretamente en el valle de la Becá, con su oenegé Sonrisas en Acción para trabajar en un campo de refugiados. El Premio Especial de El Periódico Extremadura, Patricia Sierra Solís, es profesora del colegio Donoso Cortés de Cáceres y tiene una gran experiencia en acción exterior, en primera línea. Ha estado en los squads de Atenas, pisos abandonados donde ha ayudado a sobrevivir a multitud de personas. Con su largo bagaje sabe que la crueldad que arrastra a los flujos migratorios no tiene límites, que existe en ellos una vulnerabilidad flagrante, que en esos campos donde se hacinan faltan materiales y recursos humanos. Es consciente de que hay muchos Auschwitz, muchos campos de concentración en los que los refugiados están minados psicológicamente. Con su enseñanza y su ejemplo, voluntarios como Patricia Sierra tratan de mejorar su calidad de vida y de dignificar la condición humana.

Logró con su discurso poner de pie al público de la entrega de Premios Empresario Extremeño del Año. Ha sido la primera vez que eso ha sucedido ¿Cómo consiguió llegar al corazón de todos?

Quise ser yo misma. Redacté mi discurso empleando ideas que había leído y otras que he sentido en primera persona y, sobre todo, utilicé mis experiencias adquiridas en el día a día. Al final en estas cuestiones lo importante es empatizar.

Interpeló directamente al presidente de la Junta en sus demandas. ¿Cree que será receptivo o se quedará todo en un gesto a la galería?

Me gustó que se levantara a aplaudir y se lo agradezco mucho. Soy consciente de que conoce cuál es la situación y, de hecho, ha hecho discursos humanos en muchas ocasiones. Extremadura es una comunidad de acogida y él lo sabe.

Usted ha viajado por una parte del mundo atendiendo causas solidarias ¿Llegó a imaginar que tendría que desarrollar su actividad solidaria en Cáceres como sucedió con la pandemia?

No, nunca pensé que iba a estar trabajando aquí, en mi ciudad, a pie de calle durante la pandemia. Ni por asomo imaginé lo que ha pasado con la covid-19 y que la situación llegara a ser tan dantesca en Cáceres, ni sus consecuencias.

Describa brevemente cómo fue su experiencia con RedCor…

Fue una de las cosas más bonitas y enriquecedoras que me han pasado en la vida. No solo como cooperante o voluntaria, sino como ser humano. He tenido la oportunidad de pertenecer a esta red ciudadana y encontrarme con valiosas personas. 

Tuvo que aplicar en Cáceres su experiencia en el traslado masivo de víveres a campos de refugiados. ¿Fue más fácil trabajar aquí que en los destinos internacionales?

Sí, aquí sin duda fue todo más fácil. Aquí tenemos recursos humanos, recursos materiales, contacto continuo con instituciones, ayuntamientos… Nada que ver con lo que sucede en un campo de refugiados, donde todo es precariedad.

¿Cree que las prioridades en política social han cambiado con la pandemia o cuando esta desaparezca volverán al olvido?

En Cáceres, que es la realidad que más conozco, fuimos una ciudad que se puso las pilas en el minuto cero. Por parte del Ayuntamiento de Cáceres, del Instituto Municipal de Asuntos Sociales y de educadores sociales se puso en marcha una estrategia muy clara, con un engranaje muy profesional. Y creo que se sigue trabajando igual. La política social de Cáceres es muy fuerte.

Decían que la pandemia iba a sacar lo mejor de nosotros, del ser humano… 

Sí, yo fui una de las que pensó que eso iba a ser así. Desgraciadamente, me he dado cuenta de que somos muy individualistas, egocéntricos y ególatras. Cada uno sigue situado en su ‘terrenito’ de metro cuadrado. Pensé que lo de ayudar al vecino iba a continuar, pero no ha sido así.

¿Cómo se puede explicar que en cuanto han mejorado las condiciones sanitarias hayan regresado los conflictos bélicos?

Los conflictos han existido siempre. La covid-19 ha agravado la situación de los países y muchas personas han estado oprimidas sin poder migrar. Los problemas políticos están muy silenciados, pero no se habla de ellos, mi parece que haya voluntad de sentarse a dialogar para solucionarlos.

Sé que no hay fórmulas mágicas pero cómo cree que se solucionaría el conflicto de los migrantes que llegan a Ceuta y Melilla?

Lo primero es cambiar la Ley de Extranjería. La Unión Europea y sus países miembros tienen que sentarse y dejar sus intereses particulares para solucionar este problema. No se pueden externalizar las fronteras, pagando a terceros países para que te hagan de portero. Si seguimos con políticas colonialistas de expropiar las tierras y recursos naturales lo estamos haciendo muy mal.

¿Somos conscientes de que los migrantes huyen de dictaduras salvajes y de situaciones de pobreza que convierten la patera en su única salvación?

Imagínense cómo tienen que estar para eso. No, la gente no es consciente de ello. Los que llegan en las pateras son personas como nosotros y en muchos casos con una gran formación, e idiomas. Estamos expropiando los recursos naturales de esos países. ¿De qué van a comer si les dejamos sin recursos? No podemos olvidar que migrar es un derecho y no están haciendo nada ilegal. Todo es cíclico y fruto de un cúmulo de errores. Al final nos fijamos en la persona que va en la patera, pero no sabemos por qué está ahí.

¿Cómo explica a sus alumnos las desigualdades sociales?

En el colegio hay que abrir puertas y ventanas y entrar la sociedad. Los niños no se defienden con una raíz cuadrada sino con espíritu crítico y reflexionando, escuchando relatos en primera persona. En el Donoso Cortés de Cáceres les acercamos a personas migrantes para empoderarles y que no reproduzcan discursos racistas o xenófobos.