La transformación económica y social en la que nos encontramos supone una gran oportunidad para Extremadura. Una coyuntura en la que las comunidades y regiones más ágiles y con visión de más largo alcance darán nuevos saltos de desarrollo, crecimiento y prosperidad.

En este nuevo tiempo que vivimos el sector energético y, en especial el renovable, tiene un papel central. Será, junto a la digitalización y la industria 4.0, el gran protagonista del diseño y la construcción de un nuevo modelo económico y social. 

Extremadura cuenta con todas las potencialidades para aprovechar estos cambios. Unas condiciones geográficas y climáticas idóneas, talento y conocimiento profesional, un contexto de ayudas económicas sin precedentes y una pujanza en el ámbito privado y de emprendimiento al que debemos sacarle todo el jugo como sociedad que avanza y se moderniza.

Por desgracia, la comunidad ya ha perdido en tiempos pasados muchos trenes, entre ellos el de la industrialización, que ahora pagamos con un importante déficit en comunicaciones. Como presidente del Clúster de la Energía de Extremadura, la asociación que aglutina a las principales empresas y entidades del sector en nuestra tierra, abogo por un entendimiento entre lo público y lo privado encaminado al desarrollo, crecimiento y bienestar de los extremeños.

Por ello reclamo una visibilidad y un protagonismo de nuestro tejido empresarial que favorezca la actividad y el intercambio económico que nos lleve a un nuevo estadio de desarrollo. Razón por la cual, Extremadura no puede quedarse atrás en este nuevo horizonte que se abre. Muy al contrario, contamos con todos los ingredientes para jugar un papel decisivo en el mapa, en el panorama energético nacional.

La evolución hacia un modelo de Economía Circular requiere, por su propia naturaleza, de un sector energético renovable -de fuentes limpias- fuerte y consolidado. De modo que la importancia de nuestro sector es irreversible y, diría más, irremplazable. El crecimiento de todas las energías de fuentes verdes (fotovoltaica, eólica, biomasa, térmica, hidrógeno verde…) es ya un indicador cualificado de progreso y avance económico y social. 

Actividad económica cualificada y de calidad

Buen ejemplo de ello es el potencial que posee el sector fotovoltaico. Un segmento en el que Extremadura va consolidándose, aunque con cierto retraso en comparación con otras comunidades autónomas, y que dibuja un panorama esperanzador para el futuro más inmediato.

Según el sistema PRETOR del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, en España había a cierre de 2021 un total de 62.406 instalaciones fotovoltaicas. De este número, 4.247 se encuentran en Extremadura. Lejos aún de las 11.695 instalaciones de Castilla La Mancha, de las 9.070 de la Comunidad Foral de Navarra y de las 8.087 de Andalucía. 

Por el contrario, y como síntoma más que significativo e ilustrativo, Extremadura ha sido en 2021,por segundo año consecutivo, la comunidad en la que se ha instalado mayor potencia fotovoltaica, como subraya la UNEF. En concreto, un total de 1.300 MW. Este impulso nos ha permitido llegar hasta los 3.879 MW.

Como ya he destacado en otras ocasiones, la aprobación de las Ayudas al Autoconsumo en nuestra región ha supuesto un hito de primera magnitud para cambiar el modelo de consumo energético y, al mismo tiempo, el modelo productivo de Extremadura. 

Es de vital importancia por el número de proyectos que se pueden generar, incrementado la actividad económica, la circulación sanguínea de la economía, en los ámbitos empresarial y público, y, sobre todo, en el residencial, donde las oportunidades son extraordinarias.

En el segmento residencial la región tiene una ocasión única, que redundará tanto en el ciudadano como en las empresas extremeñas del sector. Con el objetivo de ser didáctico, permítame el lector que lo ilustre con un ejemplo bastante real. 

Para una comunidad o unidad inmobiliaria en la que vivan 100 vecinos, con una instalación de unos 30 kilovatios, la proyección de ahorro de consumo energético para 25 años se situaría alrededor de los 450.000 euros, con una diminución de costes individuales de 4.500 euros. Liberando de este modo liquidez y circulante que podrá invertirse o destinarse para otros sectores, dotando a la economía extremeña de nuevas posibilidades y de una solidez muy necesaria. De ahí la importancia de las futuras comunidades energéticas locales.

Quiero aprovechar la ocasión para destacar un aspecto que me parece clave, y que no siempre se tiene en cuenta en su justa medida. La apuesta firme por el sector energético renovable tendrá, de hecho, ya está teniendo, un impacto global en nuestra sociedad y nuestra economía. Y cuando digo global, no exagero en modo alguno. 

Las inversiones en renovables van mucho más allá de la creación directa e indirecta de empleo en sus fases de construcción o ejecución de proyectos. Suponen una inversión social a gran escala, que no solo se concentra en la consabida Responsabilidad Social Corporativa, entendida ésta como acciones puntuales o aisladas, de empresas concretas, sino que generan nuevo conocimiento y formación para nuestros profesionales, la aplicación de nuevas tecnologías, el mantenimiento de estas instalaciones y la posibilidad cierta de mejorar nuestro sistema económico por medio de la mejora de la eficiencia energética. 

Puesto que, al destinar menos recursos y gastos a la producción y el consumo energético, insisto en que podremos utilizarlos en otras actividades. Lo que agradecerá nuestra economía, al frenar el drenaje de inversiones improductivas y trasladarlas a iniciativas y proyectos más productivos. Y, así, construir una Extremadura más cohesionada, más proactiva, más avanzada.

* Vicente Sánchez es presidente del Clúster de la Energía