"¿A quién buscáis?"... 13 de agosto de 1936. Puebla de la Calzada. Las tropas de Yagüe acaban de llegar al pueblo. Entonces era la columna Madrid. Ahora se la conoce también como la Columna de la Muerte. Por una calle avanzan dos falangistas. Una mujer de mirada firme sale a su encuentro. Se llama María Concepción Castón. "¿A quién buscáis?"...

La buscaban a ella: mujer, trabajadora y sindicalista. A las seis la esperaron en la puerta de la iglesia. Allí se reunió con otras mujeres. Rufi, el barbero, las rapó con desgana. Después les dieron aceite de ricino. Días más tarde, era encarcelada. En la madrugada del 31 de agosto, Concepción era víctima, con varios hombres del pueblo, del primer paseo de la represión en Puebla de la Calzada.

FIESTA DEL UNO DE MAYO Uno de mayo de 2005. Fiesta de los trabajadores. En los pueblos extremeños se recuerda a mujeres sindicalistas fusiladas en 1936. Fueron adelantadas a su tiempo, luchadoras por la igualdad y la dignidad. Pagaron con sus vidas, pero las biografías de algunas no se han perdido. Rafael María Cañete, un sindicalista nacido en Cádiz, residente en Montijo y que trabaja en Badajoz, ha recogido la historia de cinco de ellas en su libro Mujeres de la UGT de Extremadura, 1936-1939 , editado por la Asamblea de Extremadura.

"Los hombres extremeños murieron dos veces: una, físicamente y la otra, al ser borrados de la memoria colectiva. Pero las mujeres murieron tres veces: mataron sus cuerpos, su dignidad y su recuerdo", aclara Rafael Cañete. Reconoce que le ha costado encontrar sus datos porque en muchas familias se había establecido un pacto de silencio. La historia de María Concepción Castón se la contaron dos sobrinos suyos ya ancianos.

Antes de ser fusilada en las tapias del cementerio, María Concepción tuvo una última oportunidad de salvarse. Para ello, sólo debía decir dónde se escondía su marido. Pero calló y murió. Bastián, el marido de María, estaba escondido en el pozo de su casa. Le bajaban la comida en los cajetines con que sacaban agua.

Cuenta Rafael Cañete que Bastián se marchó después al frente de Castuera, donde se encargó de la cocina y tenía a su servicio a un prisionero como ayudante. Cuando la situación dio la vuelta, Bastián fue hecho prisionero de los nacionales. Lo iban a fusilar cuando vino a verlo su antiguo ayudante: resultó que era un obispo y le salvó la vida.

Extremadura está llena de historias como la de Bastián y María y de otras donde la amargura no deja ningún resquicio a la casualidad salvadora. Es el caso de tres mujeres montijanas: La Charra, Juana Gallego y Francisca Cordero. La Charra se llamaba Joaquina Charro Gómez. Era hija de un carbonero y la octava de nueve hijos.

Siendo una cría se afilió a la Casa del Pueblo y formó parte de su grupo de teatro. Colaboraba en labores de alfabetización y era una sindicalista muy activa. Pronto la empezaron a apodar La Pasionaria de Montijo. Protagonizó un acto radical con otras mujeres: se cortaron públicamente sus cabellos en protesta por la discriminación femenina.

No imaginaba La Charra que unos meses después, el 13 de agosto de 1936, sería completamente rapada y obligada a purgarse con el consabido aceite de ricino. Después se recluyó en su casa, de donde no salió en dos años y donde fue violada, según recoge Rafael Cañete en su libro, cada vez que era visitada por determinados falangistas. A finales de 1938 fue fusilada junto a un arroyo, entre Villar del Rey y la Roca de la Sierra, pero el cadáver de La Charra nunca se encontró. Es una desaparecida.

También fue fusilada en 1936 Francisca Cordero, una de las fundadoras en Montijo de la SOF (Sociedad Obrera Femenina). Tenía 60 años y murió en los cerros de Lobón. Y Juana Gallego, que esperaron a que diera a luz y luego la fusilaron en las tapias del cementerio de Montijo. Rafael Cañete recoge también en su libro la conocida historia de Serafina Rojas de Casanova, que ha aparecido en diversos libros. Fue fusilada en una finca de San Vicente de Alcántara y luego arrojada al pozo de una mina.

¿No producen crispación social estas investigaciones del pasado? Rafael Cañete lo niega: "No conozco a nadie que recupere la memoria histórica con espíritu de revancha. Estos estudios deben servir para impedir que estas barbaridades vuelvan a repetirse, pero no crispan nada más que a cuatro. Lo que sí que crispa a mucha gente es que intenten decirnos cómo y con quién tenemos que hacer el amor".