La localidad de Navalvillar de Pela celebró anoche la popular carrera de 'La Encamisá', fiesta declarada de interés turístico regional en honor de San Antón. Pese a tratarse de un día laborable en muchas localidades de los alrededores, la cita reunió a un impresionante gentío en la plaza del ayuntamiento peleño, donde no cabía ni un alfiler

Cumpliendo la tradición de todos los años, minutos antes de las 8 de la noche, el salón consistorial, abarrotado, calentó motores con la música de la charanga, el vino de pitarra y los típicos biñuelos (nombre que reciben los buñuelos en Pela). A medida que las manecillas del reloj iban aproximándose a las 8, crecía la emoción entre los peleños congregados en la plaza. Micrófono en mano, el mayordomo de la cofradía de San Antón, en esta ocasión José Ignacio Serrano, se asomó al balcón del Ayuntamiento para pronunciar un emotivo pregón que emocionó a los presentes. A lágrima viva lloraban quienes le acompañaban dirigiéndose a la multitud. Ya con la voz quebrada pronunció el típico '¡Viva San Antón, Viva San Antonino y Viva El Chiquirrinino!' en medio del repique de campanas y el estruendo de cohetes, y entre la algarabía de jinetes y caballos.

Fue el comienzo oficial de 'La Encamisá', con los jinetes apoderándose de la Plaza de España gritando 'Vivas a San Antón' y comenzando el recorrido por las calles del pueblo, un recorrido que se hace a ritmo de paseo; encabezando la carrera el tamborilero.

Durante más de dos horas, caballería e infantería recorrieron las calles de Navalvillar de Pela haciendo paradas en los puestos de reparto de biñuelos y vino de pitarra, muy concurridos. Para la ocasión se habían dispuesto esta vez unos 12.000 biñuelos y unos 4.000 litros de vino. En diversos rincones del recorrido ardieron las habituales hogueras, con leña de jara principalmente.

La mayoría de jinetes vestían su vestimenta típica, con gorro multicolor puntiagudo a la cabeza, pañuelo multicolor al cuello y camisa blanca, faja roja o negra, pantalón de paño o pana negra, botas y zahones de cuero.a bordo de unos caballos vestidos con cabezón, pecho petral y campanillas, montura, la manta de madroños de esta fiesta y el encintado de la cola.

Durante más de dos horas, caballería e infantería recorren las calles de Navalvillar de Pela haciendo paradas en los puestos de reparto de biñuelos y vino de pitarra.

Según la tradición, los orígenes de la fiesta se remontan a la Edad Media, cuando los árabes, en sus conquistas por la península, llegaron hasta los alrededores de Navalvillar de Pela, con la clara intención de invadir el pueblo y los peleños encendieron hogueras y armaron escándalo con sus caballos.