Cuando una persona recibe la noticia de que tiene cáncer, desaparece la sonrisa, la suya y la de sus familiares y da paso a la preocupación. En el hospital Virgen del Puerto de Plasencia y gracias a la delegación local de la Asociación Oncológica Extremeña (Aoex), un grupo de voluntarias han conseguido, en los últimos dos años, devolver la sonrisa a pacientes y familiares gracias a su apoyo y a una labor completamente desinteresada.

El objetivo del colectivo cuando inició el programa era uno, "que los pacientes oncológicos y sus familiares sientan que en esta lucha no están solos", como destaca la asociación y su presidenta, Guadalupe Sánchez, no duda de que se ha conseguido: "Estamos muy satisfechos. Pacientes y enfermos saben que en ningún momento van a estar solos porque nuestras voluntarias están muy identificadas con el programa".

A lo largo de estos dos años, 13 mujeres han realizado estas labores de acompañamiento. Acuden entre una y dos veces a la semana al hospital para estar con pacientes y familiares y la asociación solo tiene palabras de elogio para ellas. "No te fallan nunca. Ya están con las planillas del verano y, si alguna no puede acudir algún día, se cambia el turno con otra. Están muy comprometidas y los pacientes y familiares muy agradecidos", destaca Guadalupe.

La voluntarias reciben apoyo y seguimiento de la asociación y "no solo dan, sino que también reciben del contacto y la relación con pacientes y familiares".

Cecilia Herrero es una de ellas. Cuenta que se comprometió con el programa después de que a su hija, que vive en EEUU, le detectaran un cáncer de mama: "Pensé que, si no podía ayudarla allí, podría ayudar aquí a que la gente no se sintiera sola".

Lo hace dos días a la semana y califica la experiencia de "muy gratificante. Los primeros día, hay gente que no quiere hablar y se encierra en sí misma, pero sobre todo los familiares agradecen mucho que les hablemos porque tienen muchos miedos. Luego nos conocen y todo son palabras de agradecimiento".

Informan a pacientes y familiares; les facilitan lo que necesiten; comida y bebida cuando acuden a recibir quimioterapia y, sobre todo, mucho ánimo. "Intentamos quitarle dramatismo a la situación porque al principio llegan muy asustados", cuenta otra voluntaria, Maria José Delgado. Al igual que Cecilia, lleva en el programa desde que empezó y destaca que "la gente responde muy bien: el trato es estupendo y para nosotras, muy satisfactorio".

Tanto que las voluntarias, pacientes y familiares se han convertido en una gran familia: "Yo me voy a EEUU con mi hija un mes y medio y hoy todo el mundo me ha besado. Si algún día no puedo ir, parece que me falta algo", dicen al unísono.