TFtue detenido hasta en cuatro ocasiones y privado de libertad durante casi 15 años en total, hasta 1985. En su condición de rehén de la dictadura cívico-militar, sufrió largos periodos de aislamiento en la cárcel de Punta Carretas --desde 1994, convertida en centro comercial-- de la que se fugó en dos ocasiones. José Alberto Mujica Cordano, al que sus compatriotas llaman el Pepe, es el presidente de la República del Uruguay desde hace tres años. La vida le llenó de cicatrices, de las que habla sin rencor, sin queja alguna. Opina que "el odio no construye un carajo", pero que no hay que olvidar el pasado.

Necesita acariciar la tierra todos los días, estar cerca de sus raíces. Su perra mestiza, con una pata amputada, de nombre Manuela, no se separa de él cuando está en casa. Vive en el campo, en una austera chacra en una zona rural a 20 kilómetros de su lugar de trabajo en Montevideo. Una granja humilde donde cultivan flores y hortalizas junto a su compañera --como gusta llamarla él--, la senadora Lucía Topolansky. Compartieron militancia guerrillera tupamara y también ella estuvo en la cárcel, 13 años.

Los razonamientos transgresores de este atípico presidente, su filosofía de vida, su sencillez, le hacen distinto a cualquier otro en su posición. Tal vez sean esas las cualidades que le han convertido, a sus 78 años, en todo un fenómeno universal en las redes sociales. El sol ya se ha levantado hace poco más de un par de horas. Pepe Mujica recibe a Más Periódico en exclusiva, en su chacra, con su inseparable mate.

--Sus palabras suelen tener repercusión; mucha gente, de todas las edades, le elogian a través de las redes sociales.

--Europa fue durante mucho tiempo el epicentro de todas las ideas de renovación, de cambio, de sociedades más justas, de respeto a los derechos humanos. Todo en el marco de un gigantesco cataclismo, porque nada cayó del cielo. También está la otra Europa. Como decía Machado, una España de charanga y pandereta con el contraste de otra España, la de las ideas y la cultura. Hay una parte de juventud que trata de cultivar esperanza y caminos de cambio. Ven una América Latina generosa. Da la impresión de que el pensamiento de izquierdas se está refugiando en América Latina. No tenemos mucho para teorizar, pero estamos realizando formidables experimentos de carácter social. Ya no nos creemos que podemos tocar el cielo con la mano, ni que construir una sociedad más justa y más libre es cosa de una sola generación.

--Tal vez haya menos utopías que cuando usted era joven.

--El partido es ahora muchísimo más largo. Los cambios materiales, las relaciones de propiedad ni siquiera son lo más importante. Lo fundamental son los cambios culturales y esas transformaciones conllevan muchísimo tiempo. Aun aquellos que no podemos comulgar filosóficamente con el capitalismo estamos rodeados, cercados de capitalismo en todos los usos y costumbres de nuestras vidas, de nuestras sociedades. Nadie escapa a la tupida malla del mercado, a su tiranía. Estamos en lucha por la equidad y para amortiguar por todos los medios las vergüenzas sociales. No nos olvidamos que tenemos que aplicar políticas fiscales que ayuden a repartir, aunque sea parte del excedente que se produce en la sociedad, a favor de los más desfavorecidos. Los sectores propietarios dicen que no hay que regalar pescado a la gente, que hay que enseñarles a pescar; pero cuando les destrozamos la barca, les robamos la caña y les sacamos los anzuelos, hay que empezar por darles. Si queremos incorporarles a la sociedad no tiene vuelta.

--Hay una parte importante de esas nuevas generaciones que están buscando su futuro, pero cuesta mucho encontrarlo.

--No tengo certidumbre de que me vayan a dar un poco de pelota, pero a los jóvenes de hoy quiero decirles que las personas aprendemos mucho más del fracaso y del dolor que de la bonanza. La Europa rica se va a tensar inevitablemente. En la vida per